El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

martes, 4 de enero de 2011

Otium.

Me llama la atención la capacidad que los seres humanos tenemos para perder el tiempo. Paradójicamente yo abuso del tiempo de ocio, entendido según la connotación hodierna, lo que, verdaderamente es un desperdicio de tiempo.

Los romanos tenían una concepción del ocio muy diferente a la que ahora nosotros tenemos. Para ellos el día se dividía en “negotium” y “otium”. Durante el tiempo de “negotium” se dedicaban a sus tareas, al trabajo para subsistir. Durante el tiempo de “otium” los romanos se esforzaban por mejorar a nivel personal, cultivaban su mente, practicaban deporte y hacían actividades que de alguna manera mejoraban la calidad del individuo y lo hacían progresar como persona. Todo esto es concebible tan solo manteniendo el punto de vista de la sociedad romana, que en su momento de máximo esplendor se mostraba estructurada y eficiente, cuyos ciudadanos, aquellos que gozaban de privilegios en el mundo romano, podían permitirse el lujo de separar su tiempo en “negotium” y “otium”.

Aplicado a la sociedad hodierna parece algo inconcebible, pues los seres humanos modernos vivimos con una especie de prisa innata que nos impide pararnos a pensar cómo gestionamos el tiempo del que disponemos. Entonces esta división hecha previamente se podría considerar una suerte de utopía, lo que nos dejaría como al principio, sin ninguna conclusión nueva.

Sin embargo, a lo largo de la historia, la mayoría de ideas que se aplicaron al mundo al principio no fueron más que una utopía y, generalizando, nada nos demuestra que nuestras ideas no sean más que eso, utopías.

Por lo tanto podríamos admitir una de las dos opciones: o todas las ideas son una utopía o todas las ideas nacen como utopías pero tienen un cierto margen de aplicación práctica que permite desarrollarlas en la realidad que conocemos con un cierto grado perfección, muchas veces ínfimo, casi nulo.

Suponiendo la segunda opción como la más viable de las dos podemos, en nuestra mente, crear una jerarquía de necesidades de la que deriva el gasto de nuestro tiempo. Conociendo lo que necesitamos y cómo cumplimos nuestras necesidades podemos calcular aproximadamente el tiempo del que disponemos para cumplirlas y el tiempo que empleamos en hacerlo.

Personalmente opino que manteniendo una organización interna en nuestra mente podemos llegar a crear una especie de disciplina, imperfecta claro está, en nuestra vida real. Tal vez podamos llegar a educar nuestra mente y por ende nuestro cuerpo, que materializa las necesidades psicológicas de la mente además de sus propias necesidades físicas.

En el plano personal yo utilizo demasiado tiempo en cosas vanas, banales, que no me proporcionan una felicidad a largo plazo, sino que me ayudan a pasar el tiempo de una manera agradable en el momento. Esto es algo que como persona debería cambiar, pero es algo que mi indisciplina mental me impide. Puedo ser capaz de distinguir lo placeres momentáneos de aquellos de larga duración, pero por una causa u otra no soy capaz de decantarme por los segundos, lo que seguramente se deba a que, lograr algo a largo plazo, requiere un esfuerzo prolongado, cosa no muy agradable. Por no hacer el esfuerzo muchas veces no logramos la meta. También es algo paradójico que una persona como lo diga, aunque lo es aún más que sabiéndolo no lo cambie, pues, teniendo en cuenta todo lo anterior, se me puede considerar una persona vaga, sin ganas de cambiar lo antes mencionado.

De todos modos llevar a cabo una buena gestión de cualquier cosa requiere un esfuerzo que es directamente proporcional a la felicidad que el resultado de tal gestión produce, esto es, mucho esfuerzo es igual a mucha felicidad; un esfuerzo insuficiente es igual a decepción y por ende a infelicidad.

Toda meta requiere un esfuerzo, todo objetivo necesita de empeño por parte de aquel que pretende lograrlo.

Animo a todo aquel que quiera, con su fuerza de voluntad, hacer algo productivo con el tiempo del que dispone, es decir: me animo a mí mismo; porque como dijo el filósofo oriental Confucio: Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes.

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