El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

jueves, 20 de enero de 2011

La red y el cuchillo.

Me he dado cuenta de que el ser humano es un gran cazador, conoce el secreto de situar trampas estratégicas, redes irrompibles. Es capaz de tramar un tejido indisoluble a lo largo de los siglos y arrojarlo hacia el cielo, pensando que tal vez no vaya a caer, pero cae y, como el ser humano permanece estático, sedentario en sus proyectos y convicciones, metas y ambiciones, valores y morales, acaba por caer encima, atrapando al animal humano. Una trampa a lo largo de la humanidad que se cierra ahora, atrapando todo lo que somos.

Esta trampa no es sino el entramado de convicciones, de convenciones sociales, de estructuras jerárquicas, de valores recurrentes y de emociones estáticas pero variables. Nuestros antecesores crearon todo esto y más pensando de crear una sociedad, de crear un mundo adapto para el ser humano, para el individuo, un mundo desigual, que tiende a lo justo sin poder evitar lo natural, tachando a esto último de injusto. Intentaron civilizar al animal que hay en nosotros dejándolo libre de hacer, de cambiar el entorno, de edificar castillos en las nubes de la incerteza y del inestable futuro. No se olvidaron los cimientos, de hecho ahí están, sosteniendo las ruinas de nuestra sociedad, principios claros sosteniendo principios inmorales.

¿Qué pensarían los filósofos antiguos, los pensadores romanos, los intelectuales renacentistas, los iluminados, los acérrimos defensores de la revolución industrial, de ver el uso que las generaciones que los han sucedido han hecho con todo lo que han descubierto? ¿Verían el mundo humano, ya sin pulmones, y acaso verían un ser incompleto corrompido por una plaga de la que ellos mismos formaron parte? ¿Pensarían que esta sociedad moderna es el culmen del desarrollo humano, del libre pensamiento, de la solidaridad, de los valores más puros que se encuentran en la base de la moral antigua? ¿O acaso verían a un animal sometido a su propia voluntad, que caprichosa lo amedrenta y atemoriza reduciéndolo a un mohín asustado y endeble?

Me pregunto continuamente ¿Qué es lo que nos tiene presos? Me di cuenta hace poco: la voluntad del ser humano. Nuestro individuo reclama libertad, pero a su vez reclama un orden en el mundo, un lugar organizado. Al final lo estamos consiguiendo: el ser humano se encuentra por todo el planeta, hay un frágil equilibrio político y social, que se mantiene a duras penas y hay una serie de experiencias acumuladas en nuestra memoria de especie, nuestra historia. Y precisamente la historia muestra el patrón humano, muestra el método de la tiranía, muestra los errores en el tejido, los huecos, los desgarrones, pero nos da la imagen de la red en la que estamos atrapados, tejida con la desesperación de un desgraciado. Cada segundo, cada día, se hace historia y todo se repite, todo se mueve siguiendo el patrón de la mente humana, que pese a todo cambia positivamente, lo atestiguan los descubrimientos científicos, no se mueve cíclicamente, sino siguiendo un ritmo, un diseño, una estructura cuya extensión no conocemos.

La red nos encierra y limita nuestra acción pero, por alguna razón, no dejamos de tejerla segundo a segundo, limitando nuestras salidas, eliminando las alternativas posibles a un ritmo insano. Y aún así parece que no nos diéramos cuenta, que quisiéramos acabar cuanto antes para refugiarnos en el deplorable victimismo de un asesino arrepentido. Para tal vez cobijarnos en nuestra propia negligencia esperando el fatal desenlace endulzado con la ridícula y morbosa esperanza.

Pero de momento hay maneras de romper la red, el ser humano fabrica su arma contra esta día a día: la ciencia. Muchas veces la ciencia ha sido utilizada, con secreto placer, para cumplir los deseos de individuos desatados. Los descubrimientos han sido tergiversados, utilizados para la guerra fratricida entre humanos.

El ser humano, bajo el peso de esa red de mentiras y despreciables teorías permanece con un cuchillo en la mano, que crece continuamente, haciéndose más largo y más afilado. Pero el ser humano tampoco sabe cómo utilizarlo y, con sumo masoquismo, se clava en la carne, atravesando piel, tejidos, huesos, vísceras. Un día tras otro se apuñala a sí mismo creyendo mejorar su situación, mientras la red crece y lo encierra. Ya la sangre puede teñir de escarlata la tierra que el ser humano seguirá mutilándose con placer animal poco a poco, hasta que un día esa afilada hoja, teñida de sangre, atraviese su corazón.

Me avergüenzo de estar aquí escribiendo, narrando impúdicamente la realidad de nuestra especie, en vez de estar cambiándolo, de intentar ser algo diferente, algo menos animal, alguien más comprometido con su especie, con su sociedad, con su política, con su mundo. Sin embargo he de decir que soy egoísta, que me creo con derecho de decir lo horrible que soy sin cambiarlo, que me creo con derecho de moldear el mundo a mi antojo, a mi voluntad. Pero, aun sabiendo que la esencia de mi ser individual no se puede cambiar, me veo capaz de afirmar que puedo redirigir la corriente de mi voluntad hacia objetivos menos egoístas aparentemente, pero que siempre tienden a la preservación de la especie.

También me gustaría decir algo de lo que me he dado cuenta y es que, el ser humano, como ya se sabe, tiene un instinto de supervivencia que le obliga a vivir, es lo que creo poder llamar esperanza, pues nunca, con nuestra individualidad, somos capaces de resignarnos a un fatal destino, solemos luchar hasta el final, eso es tener esperanza. De todos modos, quería decir que el instinto de supervivencia lo tenemos a nivel individual, no como especie y, para mí, esto es crucial pues cada individuo intentará casi siempre preservar su persona antes que preservar la especie. Es repugnante, pero pensadlo ¿Si para salvar el mundo y la especie debierais morir, lo haríais? Yo lo haría en el caso de que no me quedase otra opción, esto casi me parece inmoral, pero me parece natural. También me repugna.

(…)

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