El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

viernes, 26 de febrero de 2010

Escarcha

En lo más hondo de su ser algo se removió.
Creía tenerlo encerrado, en lo mas profundo de su mente. Ese mal, por el que tanto había sufrido, del que siempre había querido librarse.
Ahora estaba allí. Frente a él. Dentro de él. Como una plaga de diminutos seres pútridos e inhumanos que reptaban bajo su piel y atenazaban su corazón, una vez más.
Nuevamente se encontraba solo, y sus miedos le mordían, le arrancaban cada tira de alma, si, su alma, deseó no haberla tenido nunca porque el dolor de perderla le resultaba insoportable.
Cada segundo que pasaba con esa podredumbre en su interior era una agonía.
En sus oídos rechinaban miles de chillidos agudos como agujas, dolía.
Y su mente era un santuario a la muerte.
Se preguntó mil veces si llegaría a sentir el calor de otro cuerpo, pero sabía que nada sería posible mientras aquel frió recorriera su cuerpo.
Otra vez solo, otra vez enfrentarse al odio, al desamor, a la ira, a la muerte.
Se hubiera podido enfrentar a esos sentimientos fríos y a la certeza de la muerte cada día, cada segundo.
¿Pero era humano vivir así, sin ninguna esperanza, evadiendo la realidad?
Él lo sabia,maldita sea, lo sabía. Pero desconocía el Por qué.
Albergaba ciertas esperanzas en encontrar un remedio. Calor.
Pero que iba a hacer, podría enfrentarse a cualquier cosa, menos a si mismo.
Una mezquindad ciega se apoderó de su humor. La estúpida risa de niño dejo paso a una mueca de austeridad, de falsedad, superficial.
Sus ojos olvidaron la pupila marrón. Infinitas pozas oscuras, fangosas, grises, turbias, ocupan su lugar.
El resultado de alguien que quiso vivir y no pudo, y toda un inexperiencia se reflejan en esos trágicos ojos sin vida, en esa cadavérica mirada, en esa demacrada tez.
Cadáver en vida. Era inútil buscar una salida, la luz del sol no traspasaba las nubes de la duda, de la fobia demencial que encogía su corazón y su mente.
Su mente... Todo lo bello había desaparecido ya, y en su lugar se alzaba una catedral gótica, oscura como una noche sin estrellas y sin luna, y en cada recoveco una mirada, un recuerdo, que pugna por salir con ojos rojizos y hocico de roedor, dispuesto a devorar su carne y su músculo.
Los demás aparecía y desaparecían tras un velo negro protector. No había nadie mas allá de él y, aunque pensaba que el existía, no era nada sin el todo, no era nada si se excluía.
Fueron quedando atrás las bonitas palabras, las dulces miradas, las carcajadas inocentes.
Llegó a olvidar todo aquello, todo lo preciado que le quedaba, y se obligo a buscar una luz en las tinieblas.
No se dio cuenta de que avanzaba en el sentido equivocado, se acercaba a un callejón sin salida, a una trampa tejida con las agujas del odio y desprecio.
Y esa luz no era sino un espejismo, una burda copia de lo que llevaba en su interior, un intento de ser mejor de lo que era en realidad. Era eso lo que veía, y lo que no dejaba de ver.
Se arrastró por las arenas del desierto negro, donde solo existía el pesimismo y se aborrecía aquello que era positivo.
En su instinto se encontraba el ímpetu de la juventud, el intento de sobrevivir a esa locura, pero no era suficiente.
Y llegó a preguntarse:
¿Cómo ser capaz de amar a los demás, de apreciar aquello bello, de ser capaz de eliminar los malos sentimientos de su cuerpo, si no era capaz de amarse a si mismo?
Mientras tanto, el frió se apoderó de sus miembros.
Una fina capa de hielo.
Escarcha.


miércoles, 17 de febrero de 2010

Felonía.

Sonríe y susurra:-El caminante sin camino corre en pos de su destino...-.
Conmovedor.
-¿Acaso importa?- Replica.
El embuste no hace mella en su conciencia.
-No-.
El viento se lleva sus palabras,lejos.
-Que se pudra en el infierno- Desea en voz alta.
Intercambian una mirada.
-¨Ojala fuera tan fácil¨-Piensan.
En la lejanía el aullido de un lobo les provoca una ligera inquietud.
-En el infierno...-Repite casi delirando.
Unas gotas de agua acarician sus mejillas. Se detienen simultaneamente. Sus ojos lo dicen todo.
-Estamos malditos- Dice para si mismo.
Reinician la marcha.
-Todos lo estamos-.
Unas densas nubes cubren el cielo. Encapotado.
Un denso silencio se apodera del pinar. El aullido de un lobo rasga el cielo.
La claridad se apaga por segundos.
El entramado bosque es una trampa mortal.
-Vamos a morir- Afirma.
-Tarde o temprano todos lo hacemos- Contesta.
-Prefiero más tarde que temprano- Solloza.
Una lágrima resbala por su pómulo, o quizás una gota de lluvia.
Se deja caer al suelo.
Se detiene en seco, la mira.
El resplandor metálico de un rayo cruza el firmamento semi nocturno.
-Las estrellas son siempre las mismas, incluso aunque ya estén muertas- Dice mientras posa su mirada en el cielo.
Pero hoy no hay ninguna.
Las nubes negras, símbolo de mal presagio, les impiden ver ese espectáculo.
Con suerte hubieran visto una estrella fugaz.
Con suerte hubieran visto que El cometa hoy cubriría el cielo.
Con suerte hubieran visto la impresionante lluvia de meteoros que se precipitaba a una velocidad de infarto hacia la tierra.
-La muerte es tan... definitiva- Gime.
-Y sin embargo, es todo lo que tenemos- Responde.
Rayos. Arañan el paisaje.
-¿Por qué estamos aquí?- Pregunta, angustiada.
-Por casualidad, naturalmente-.
-Las casualidades no existen-.
-Ya ves que sí-.
-Me niego a aceptarlo-.
-Nadie te ha pedido que lo hagas-.
Rompe a llorar, las fatigas de los últimos días la han debilitado, ha perdido el valor de antaño. Una sombra de lo que fue.
Y él vive de su recuerdo.
-Eres demasiado duro-. Dice tras reponerse.
-Es lo que se espera de mi-. Replica mirando el vacío.
Demasiado lacónico.
-¿Me odias?-.
-Te amo-.
-¿Enserio?-
-No-.

martes, 9 de febrero de 2010

Él.

En los desatados latidos de mi corazón se intuía una emoción contenida,
acabé pensando que los caminos del Señor eran del Demonio,
y que bien me habían tratado en este infierno de cemento.

El Dios al que tantos adoraban, al que tantos criticaban,
¿Y si sea tratara de una ilusión? ¿Y si solo fueran palabras vanas?
La vulgaridad de las masas convertida en un trastorno permanente,
y esta figura es la causa, una chispa en el verano.

Y ahora todo se consume, entre las llamas del fanatismo,
y nada Le sobrevivirá,
porque sus caminos no son de luz, son de fuego.

Ese idílico paraíso no es otra cosa que un infierno dantesco,
la tierra prometida no es más que un espejismo,
y los opulentos festines no son mas que palabras.

Ni sus caminos son inescrutables ni Él es eterno,
morirá con nosotros, el final de la gran representación
donde no somos más que actores.