El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

sábado, 16 de abril de 2011

Insuficiente alegato a favor de un código ético.

Vivimos en una época convulsa, eso está claro. Algo está cambiando, algo que parece que nadie puede controlar. Cambian los comportamientos, las reacciones, las reglas, las personas… Está claro, lo vemos en cada noticia, algo que no es como lo era antes antes, sea para bien como para mal.

En momentos como estos me pregunto qué valores hay que seguir, me pregunto cuál es la mejor manera de hacer las cosas, me pregunto cómo debería actuar… Me parece una gran problema, pues, veréis, tener un sólido código de valores es una obligación para el ciudadano. Sin embargo el problema radica en la dificultad que conlleva la creación de este tipo de código en tiempos como estos. Los ciudadanos nos preguntamos continuamente ¿Qué sería justo? ¿Sería adecuado hacerlo o no? Necesitamos una directriz, mas soy consciente de que solo cada uno de nosotros puede obtener la suya. Los valores de los antiguos ya apenas son válidos en nuestra época, cuando la población supera los 7000 millones y nos vemos obligados a convivir estrechamente.

Crear nuevas formas de comportamiento, nuevas reglas que sustituyan a las que hasta ahora se han demostrado obsoletas está en nuestra mano, de eso debemos ser conscientes. Nuestro sistema de democracia no está aún obsoleto, simplemente los ciudadanos han hecho mal uso de este, los responsables no han sabido mantenerse firmes y todo esto no hace más que repetirse, de manera que cada día menos personas tienen fe en una democracia que conocemos desde hace relativamente poco.

Está claro que el problema lo tenemos las personas de a pie, quienes no sabemos llevar nuestra vida conforme unas aptitudes aptas para con la sociedad.

Es nuestra responsabilidad no dejarnos llevar por la corriente del egoísmo, de la decadente individualidad, para adaptarnos y cambiar de esta manera el ámbito en el que vivimos.

Pensareis seguramente que esto es fácil decirlo pero mucho más difícil hacerlo: estoy de acuerdo. Mas no hay que perder la fe en nuestra especie, pues de eso depende nuestra supervivencia y nuestro perfeccionamiento, el compromiso con el mundo que nos dio la vida y la responsabilidad que tenemos de conservar el patrimonio universal.

Por muy complicado que sea hacer las cosas bien es necesario hacerlo, debemos unir lo bello con el útil, como decía Horacio, debemos hacerlo “bonito” porque es útil para todos nosotros.

Con respecto al código ético, nadie debe ser capaz de darnos unas normas preestablecidas, de nosotros, como he dicho antes, depende que sea algo acertado o que sea algo inmoral. Debemos ser capaces, pues de eso depende, nuestra supervivencia como sociedad. Debemos ser capaces porque se lo debemos al mundo y a nosotros mismos, porque tener una ética es una forma de ser, una forma de realizarse a uno mismo, una demostración de tolerancia, un alarde de valentía.

domingo, 3 de abril de 2011

Titilante incerteza.

¿Hablan tus palabras el lenguaje del amor?

Susurran alegres sílabas, me saludan desde tus labios,

Me preguntan sí me gustaría acariciar tu mano;

Callo,

Me gritan que te abrace, quieren que dialoguen nuestras bocas,

En el húmedo juego de la ardiente pasión;

Callo,

¿Me miran tus ojos expectantes?

Son tan claros, envidio tu luz.

Aquí hace frío ¿Sabes? Quisiera que tu sol me calentase a mi también;

Callo,

No quisiera estropear este momento.

No te das cuenta de lo duro que me sería moverme, apartarme de tu mirada,

Concluir el ahora, enterrarlo entre recuerdos, como si fuera uno más;

Callo,

Quisiera regalarle el presente a tu mirada, que es efímero,

Me gustaría que lo entendieras, que perder el instante

Me produciría una tristeza infinita;

Callo,

Porque ninguna palabra,

Sería más elocuente que tu mirada,

Y ningún movimiento más ardiente,

Que el deseo que mueve tus pupilas,

Como brasas.