El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

lunes, 10 de enero de 2011

Desvaríos.

Días como hoy intento imaginar cómo sería estar en el lugar de un objeto inanimado, con la hipotética, en este caso falsa, certeza de que tengan una mínima animación; aunque como dice el nombre están inanimados.

No sé cómo se le podría llamar a esto, quizás una falsa empatía, incluso demasiado absurda para poder serlo porque, si muchas veces no suelo se empático con las personas ¿Cómo voy a serlo con los objetos?

Sin embargo, creo que hay una conexión, la que los seres humanos tenemos con la materia que nos rodea. Es muy cierto que somos polvo de estrellas y precisamente por esto, existe la astrología, que estudia los efectos que los cuerpos celestes tienen sobre nosotros.

Es interesante considerarlo desde este punto de vista, desde el que me doy cuenta de que no somos más que una efímera forma en la confusión de la materia y de las ideas informes. Presenciar por un instante la eterna controversia entre aquello que no es y aquello que es, que según los filósofos orientales no era otra cosa que el Tao, fusión de dos esencias.

Tenemos el privilegio de poder observar la eternidad desde nuestra caducidad, lo que permite apreciar las formas finitas que fuimos, que somos y que seremos en el flujo infinito de la materia, a la que según Platón el Demiurgo da forma constantemente con la vista puesta en el mundo de las ideas.

Es inquietante tener la certeza de un nacimiento y de una muerte, saber que todo lo que somos y lo que fuimos, sin olvidar lo que seremos, pasa por una infinidad de formas, desde la raíz de una planta del cretácico hasta una gota de magma de cuando la Tierra era aún joven. Quizás lo que el ser humano no acepta es que podemos ser todo lo queramos, simplemente hay que dejar que el tiempo pase, podemos ser una mariposa elevándose tras dejar atrás el capullo, podemos ser una flor, pero también la abeja que recoge el polen de esta, podemos ser miel en los morros de un oso, pero también el mismo oso, podemos ser el árbol del que pende un sabroso fruto, pero también el fruto y la semilla, el agua que las raíces absorben y la tierra fértil de la que nutren las plantas.

Estamos formados de átomos que se combinan cada segundo en estructuras preexistes pero no por ello poco originales. Puede incluso que como decía el filósofo griego Demócrito nuestra alma esté formada por unos átomos ligeros que a nuestra muerte se liberan y forman almas en nuevos cuerpos.

Saber que somos simples formas finitas que en un momento determinado han aparecido en el espacio y que en un momento determinado desaparecerán para unirse a la maraña de masa informe de la que nos creemos dueños, es algo abrumador.

Tener en nuestras manos la responsabilidad de ser algo creado por la casualidad, símil a una bella obra de orfebrería hecha con un genuino arte nacido del descuido, es algo que genera emociones contradictorias en mi interior.

Por una parte sé que un día tendré que volver a ser algo inanimado, algo que tal vez en un futuro pueda volver a tener vida o simplemente algo que se descompondrá con el paso del tiempo y servirá de alimento a los gusanos antropófagos para después morir con ellos y formar parte del estrato superficial de la Tierra hasta que algo haga cambiar la situación. Es algo que me produce un pánico atroz, el pavor que nace de mirar cara a cara la incertidumbre de las formas y de las ideas, del tiempo y del espacio, las tinieblas del hombre, en las que nuestra pobre mente no puede penetrar más que un mínimo, como quien hunde algo en la tierra a sabiendas de que no ha hecho nada más que rozar la superficie del todo.

Por otra parte me encanta saber que formo parte de algo tan grande que no soy capaz de abarcar, una chispa que se ha saltado de la hoguera de la que no es más que una ínfima parte de la más pequeña parte de la misma. De alguna manera es esperanzador que, como afirmaban los filósofos del Neoplatonismo, simplemente seamos algo que de un momento a otro volverá a ser parte del Todo del que ha salido.

Es increíble que a lo largo de la historia de la filosofía se hayan hecho tantas hipótesis sobre el origen del mundo y sobre nuestro origen, entendido como causa última, no de dónde venimos, sino de qué.

Según Empédocles el ciclo cósmico nace de la contradicción, de la lucha entre dos fuerzas, esto es, el universo existe debido a la paradoja del Amor y del Odio. Pero no existe cuando solo hay Amor, existe cuando hay un equilibrio entre ambas esencias contradictorias. Es algo fascinante el afán que los seres humanos tenemos por buscar el equilibrio, siempre intentamos que haya una cantidad adecuada de cada cosa para que todo parezca más justo y de esta manera equilibrado.

Me parece que el esfuerzo que los seres humanos han hecho para creerse algo en el universo es meritorio. A lo largo de las épocas numerosas personas han creado arte, han buscado una manera de expresar lo que de veras creemos ser. Tal vez unas simples falacias, tal vez algo más profundo que eso; aunque más similar a una red de conclusiones falsas nacidas de erradas hipótesis tejidas con un hilo formado a partes iguales por temor y esperanza, con ciertos puntos que opinamos saldos y estables, que no son sino dogmas de la filosofía y de la experiencia humana, sensaciones asumidas como verdaderas y trasformadas en conceptos que asientan la base de los razonamientos inductivos; sin embargo todo hay que ponerlo en duda para de esta manera confirmar las pocas verdades, y digo pocas porque comparadas con las que ofrece el mundo que se abre a los sentidos son relativamente pocas.

Puede que en futuro el ser humano llegue a dar con un razonamiento tan aparentemente veraz que tal vez la necesidad de encontrar respuestas se aplaque hasta un cierto punto, dando de alguna manera una tregua, pero dejando lugar al aburrimiento, artífice de las guerras y de la degradación humana según Schopenhauer. Personalmente espero que no, que el Sol muera antes de eso y la especie humana con él.

Definitivamente, este es un tema con infinidad de salidas, sobre el que podría pasar la vida entera hablando sin llegar a ninguna conclusión útil para nadie pero, sin embargo, algo me obliga, como ser humano, a indagar acerca de lo que somos, de qué es nuestra matriz, del verdadero origen del Todo.

Y todos estos mitos e hipótesis no hacen sino decorar una verdad que creemos nuestra y que aún no hemos descubierto, no hacen sino dar vueltas alrededor de la verdadera esencia de nuestro ser que, por alguna razón, le sigue vedada al ser humano.

No puedo sino hacer lo que han hecho muchos antes que yo: acercarme de manera disimuladamente a la esquiva realidad que se le escapa al ser humano esperando que no se desvanezca, esperando que cada hipótesis sea un acierto y no un error y ayude a dar un paso manométrico en el camino de la indagación filosófica y humana.

Pero, por desgracia, estos no son más que desvaríos.

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