El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

jueves, 20 de enero de 2011

La red y el cuchillo.

Me he dado cuenta de que el ser humano es un gran cazador, conoce el secreto de situar trampas estratégicas, redes irrompibles. Es capaz de tramar un tejido indisoluble a lo largo de los siglos y arrojarlo hacia el cielo, pensando que tal vez no vaya a caer, pero cae y, como el ser humano permanece estático, sedentario en sus proyectos y convicciones, metas y ambiciones, valores y morales, acaba por caer encima, atrapando al animal humano. Una trampa a lo largo de la humanidad que se cierra ahora, atrapando todo lo que somos.

Esta trampa no es sino el entramado de convicciones, de convenciones sociales, de estructuras jerárquicas, de valores recurrentes y de emociones estáticas pero variables. Nuestros antecesores crearon todo esto y más pensando de crear una sociedad, de crear un mundo adapto para el ser humano, para el individuo, un mundo desigual, que tiende a lo justo sin poder evitar lo natural, tachando a esto último de injusto. Intentaron civilizar al animal que hay en nosotros dejándolo libre de hacer, de cambiar el entorno, de edificar castillos en las nubes de la incerteza y del inestable futuro. No se olvidaron los cimientos, de hecho ahí están, sosteniendo las ruinas de nuestra sociedad, principios claros sosteniendo principios inmorales.

¿Qué pensarían los filósofos antiguos, los pensadores romanos, los intelectuales renacentistas, los iluminados, los acérrimos defensores de la revolución industrial, de ver el uso que las generaciones que los han sucedido han hecho con todo lo que han descubierto? ¿Verían el mundo humano, ya sin pulmones, y acaso verían un ser incompleto corrompido por una plaga de la que ellos mismos formaron parte? ¿Pensarían que esta sociedad moderna es el culmen del desarrollo humano, del libre pensamiento, de la solidaridad, de los valores más puros que se encuentran en la base de la moral antigua? ¿O acaso verían a un animal sometido a su propia voluntad, que caprichosa lo amedrenta y atemoriza reduciéndolo a un mohín asustado y endeble?

Me pregunto continuamente ¿Qué es lo que nos tiene presos? Me di cuenta hace poco: la voluntad del ser humano. Nuestro individuo reclama libertad, pero a su vez reclama un orden en el mundo, un lugar organizado. Al final lo estamos consiguiendo: el ser humano se encuentra por todo el planeta, hay un frágil equilibrio político y social, que se mantiene a duras penas y hay una serie de experiencias acumuladas en nuestra memoria de especie, nuestra historia. Y precisamente la historia muestra el patrón humano, muestra el método de la tiranía, muestra los errores en el tejido, los huecos, los desgarrones, pero nos da la imagen de la red en la que estamos atrapados, tejida con la desesperación de un desgraciado. Cada segundo, cada día, se hace historia y todo se repite, todo se mueve siguiendo el patrón de la mente humana, que pese a todo cambia positivamente, lo atestiguan los descubrimientos científicos, no se mueve cíclicamente, sino siguiendo un ritmo, un diseño, una estructura cuya extensión no conocemos.

La red nos encierra y limita nuestra acción pero, por alguna razón, no dejamos de tejerla segundo a segundo, limitando nuestras salidas, eliminando las alternativas posibles a un ritmo insano. Y aún así parece que no nos diéramos cuenta, que quisiéramos acabar cuanto antes para refugiarnos en el deplorable victimismo de un asesino arrepentido. Para tal vez cobijarnos en nuestra propia negligencia esperando el fatal desenlace endulzado con la ridícula y morbosa esperanza.

Pero de momento hay maneras de romper la red, el ser humano fabrica su arma contra esta día a día: la ciencia. Muchas veces la ciencia ha sido utilizada, con secreto placer, para cumplir los deseos de individuos desatados. Los descubrimientos han sido tergiversados, utilizados para la guerra fratricida entre humanos.

El ser humano, bajo el peso de esa red de mentiras y despreciables teorías permanece con un cuchillo en la mano, que crece continuamente, haciéndose más largo y más afilado. Pero el ser humano tampoco sabe cómo utilizarlo y, con sumo masoquismo, se clava en la carne, atravesando piel, tejidos, huesos, vísceras. Un día tras otro se apuñala a sí mismo creyendo mejorar su situación, mientras la red crece y lo encierra. Ya la sangre puede teñir de escarlata la tierra que el ser humano seguirá mutilándose con placer animal poco a poco, hasta que un día esa afilada hoja, teñida de sangre, atraviese su corazón.

Me avergüenzo de estar aquí escribiendo, narrando impúdicamente la realidad de nuestra especie, en vez de estar cambiándolo, de intentar ser algo diferente, algo menos animal, alguien más comprometido con su especie, con su sociedad, con su política, con su mundo. Sin embargo he de decir que soy egoísta, que me creo con derecho de decir lo horrible que soy sin cambiarlo, que me creo con derecho de moldear el mundo a mi antojo, a mi voluntad. Pero, aun sabiendo que la esencia de mi ser individual no se puede cambiar, me veo capaz de afirmar que puedo redirigir la corriente de mi voluntad hacia objetivos menos egoístas aparentemente, pero que siempre tienden a la preservación de la especie.

También me gustaría decir algo de lo que me he dado cuenta y es que, el ser humano, como ya se sabe, tiene un instinto de supervivencia que le obliga a vivir, es lo que creo poder llamar esperanza, pues nunca, con nuestra individualidad, somos capaces de resignarnos a un fatal destino, solemos luchar hasta el final, eso es tener esperanza. De todos modos, quería decir que el instinto de supervivencia lo tenemos a nivel individual, no como especie y, para mí, esto es crucial pues cada individuo intentará casi siempre preservar su persona antes que preservar la especie. Es repugnante, pero pensadlo ¿Si para salvar el mundo y la especie debierais morir, lo haríais? Yo lo haría en el caso de que no me quedase otra opción, esto casi me parece inmoral, pero me parece natural. También me repugna.

(…)

lunes, 17 de enero de 2011

Brainstorming.

Realmente ando perdido por los senderos de las relaciones humanas. Todo me parece muchas veces extremadamente sencillo: los patrones de comportamiento, las reacciones, los lazos que unen a las personas… Otras sin embargo, me parece algo demasiado complicado, como si hubiera demasiados factores que tener en cuenta.

Cito aquí los versos de Dante Alighieri, para que el lector se haga una idea del lugar en el que me encuentro: Nel mezzo del cammin di Nostra vita/ mi ritrovai per una selva oscura, / ché la diritta via era smarrita.

Esto citados versos son los primeros de la Commedia. En estos se hace referencia a la situación de Dante-personaje: está perdido en una oscura selva tras haber perdido el verdadero camino. Algo parecido me sucede, pero de otra manera.

Por decirlo de algún modo, siento que he perdido el camino que me podría llevar al conocimiento de un criterio de verdad universal. Siento que todas mis convicciones tiemblan y se derrumban, ante el terremoto de las dudas y la incerteza. Al contrario de Descartes, esta duda no me sirve para construir una razonamiento, sé que soy una persona que piensa, pero no sé si las cosas son como creo que son, si mi pensamiento me engaña para hacerme creer en una realidad ilusoria, de relaciones inventadas y por lo tanto caducas, de mundos mentales inexistentes, de pensamientos inmorales por falta de criterio.

Por desgracia no sé moverme en este campo, no conozco doctrina alguna que pueda ayudarme a ser lo que en realidad soy; me pierdo.

Las convicciones que nacen un día, acompañando la salida del sol, perecen al resbalar desde mi cerebro a mis labios, y caen al vacío.

Pero, pensadlo ¿Cuántas veces habéis sido vosotros mismos? Sobre mi puedo decir que casi nunca. Lo peor es que sé por qué, sé que es el sistema de enseñanza que no favorece la creatividad, sé que las relaciones humanas hodiernas suelen carecer de amistad y lazos y que eso afecta mucho al desarrollo de la personalidad humana, sé lo que debo hacer, pero no lo hago, sé como quiero ser, pero no lo soy.

Y el problema es el complejo que, sin ayuda de nadie, pero guiado por todos, me he creado, con el que convivo, como una triste fachada gris que esconde un mundo de color inexplorado.

Creo haberme dado cuenta de que no estoy vacío, de que dentro de mí hay un mundo que quiero conocer, que quiero mostrar a los demás, que quiero que sea de todos. Pero las relaciones humanas me confunden, más que nada es el pensamiento: ¿Qué pensará de mí? Realmente me aterroriza ser juzgado sin acierto, pero bueno, ni yo sería capaz de juzgarme con acierto y eso me asusta aún más.

Confundir lo que aparentamos ser, lo que somos y lo que creo que somos, me horroriza. Me gustaría tenerlo claro, para poder conocer a los demás y de esta manera hacerme una idea de cómo son y poder juzgarles, entendido como la creación de una opinión veraz. Me gustaría también que los demás pudiesen hacer lo mismo, que me conociesen por lo que soy, pero claro, como no sé mostrar lo que soy, es normal que opinen sobre mí de manera equivocada. Soy consciente de que depende solo de mí el cambiar las cosas, eso me da un gran poder sobre los sucesos que me conciernen, pero creo que no es suficiente saberlo, no me mueve a actuar.

Me parece que este acta de toma de conciencia no lleva a ninguna parte. Supongo que tendré que pensar mucho sobre como comportarme. Supongo que tendré que aprender a ser yo mismo. Supongo que tendré que conocer a las personas para conocer las relaciones humanas y saber si me equivoco o no al decir que ya no son un apoyo estable para el desarrollo de la persona. Supongo que tendré que aprender a pensar y a actuar.

Son unas pocas conclusiones, casi un esbozo de propósitos, una traza de mis carencias y determinación de mis aptitudes, brillantes por su ausencia.

En resumen, estos son mis deberes para dentro de unas semanas.

¡Habrá que comenzarlos cuanto antes!

viernes, 14 de enero de 2011

Conferencia sobre Petrarca (parte II)

Hoy (13-1-2011) he asistido a la segunda conferencia que Francisco Rico ha dado en la Fundación Juan March. Esta ha puesto fin al ciclo de conferencias, que en este caso eran solo dos, que presentaba el ya mencionado Rico sobre Francesco Petrarca, importante poeta italiano del siglo XIV.

Empezó la conferencia con un agradecimiento del director de la RAE a la Fundación, gracias a la que había recuperado los apuntes que olvidó en un taxi antes de la primera conferencia y, sin los cuales, le hubiera sido más difícil dar explicar correctamente a Petrarca.

Hay que recordar que en la primera conferencia Rico trató al poeta italiano en el ámbito filológico, como padre del Humanismo y, más concretamente del “petrarquismo”. En esta, como pronosticó en la anterior, se trató a Petrarca como poeta, como enamorado de Laura y como fundador de una nueva manera de hacer lírica.

Para empezar propuso al público dos interrogativas sobre las que se basó la exposición del poeta: ¿Es Petrarca un gran poeta o, simplemente, un buen poeta? ¿Es Petrarca un “petrarquista”, es decir, respeta sus propios cánones, su propia corriente?

Además de estos dos interrogantes deleitó al público con su teoría sobre la existencia de una posible Laura, el amor de Petrarca. De hecho insistió varias veces en la broma de que, seguramente, la mayoría del público para lo único que había venido era para saber quién era esta mujer. Comenzó, entonces, con esto último.

Afirmó que una vez, hacía ya mucho tiempo, había recuperado los datos suficientes para elaborar una teoría sobre Laura pero que, sin embargo, por no apuntarlo se le olvidó y que, por eso mismo, ha pasado muchos ratos intentando reconstruir lo que su propia memoria había construido una vez. Personalmente, he de admitir, me hizo harto de gracia porque ¿A quién no se le ha olvidado nunca una cosa de importancia por no apuntarla en el momento? Por desgracia a muchos nos ha pasado, es una realidad bastante penosa.

Por suerte Rico presentó una exposición bastante lograda, aportando datos que muchos estudiosos antes que él habían reunido sobre Laura, pero a la vez rechazando los que no le convencían para la formulación de su teoría. Tras exponer toda la información que tenía pasó a la formulación de su hipótesis, que me parece muy consistente, sobre la existencia de Laura. Yo lo entendí de la siguiente manera. Los datos que Petrarca nos da sobre Laura son casi todos falsos, seguramente los cronológicos, al menos el día y el mes, lo que no quita que la conociera el mismo año en que el él afirma haberla conocido y que muriera en el año que Petrarca dice, es decir, en el 1348, año de la peste negra. Sin embargo, en lo que se refiere a la persona de Laura, Rico tiene en cuenta la suposición de que pudiera ser una persona inventada, que Petrarca hace el centro de sus loas. Pero, citando poesías del poeta, logra convencer sobre la existencia de una persona real lo que desmiente la anterior suposición. Mas esta persona, añadió, no tenía por que llamarse Laura, nombre que Petrarca rara vez cita en sus poesías, excepto en forma de anagrama (“l’aura”) en distintos versos y textos poéticos. Así que, según el experto, no es un nombre real, sino un pseudónimo, como se solía hacer en la época para loar a las damas. Por lo tanto no se puede identificar a Laura con un ningún personaje histórico de la época, como algunos entendidos afirman, sino que debe aceptarse como una persona que existió pero que el poeta nombró de otra manera, con el pseudónimo de Laura.

Resuelto este tema pasó a considerar si Petrarca era un gran poeta o un buen poeta. Comenzó distinguiendo, en su opinión, a un gran poeta de un buen poeta. Para Rico un gran poeta es aquel que revoluciona una lengua, la forma de hacer literatura, que cambiaba algo respecto al modelo establecido en la época. Sin embargo un buen poeta no llega a tanto y en ese sentido es muy limitado.

Personalmente puedo decir que para mi Petrarca fue un gran poeta, pues cambió la manera de hacer poesía, haciendo una síntesis de los modelos precedentes y dando forma a la lengua que después sería el italiano.

El conferenciante hizo un razonamiento parecido, pero mucho más rico en citaciones la propio poeta y de opiniones bastante acertadas. Sin embargo, parece que, aún considerando a Petrarca como un gran poeta por todo lo que más tarde nacería a raíz de su trabajo, no le terminara de convencer, como si le quedaran dudas al respecto y no lo considerara un tema zanjado. Realmente es algo que pude notar por asistir y que es posible que los lectores de esta insuficiente crónica piensen que me invento, pero os aseguro que no he sido el único asistente que lo ha notado.

Más tarde pasó a la siguiente pregunta. Hizo primero una síntesis de las tendencias que Petrarca recogió en su obra: el amor cortés de los trovadores franceses, que consideraban a la mujer algo por encima de ellos; el “dolce stil nuovo” que se había desarrollado con Dante Alighieri y Guido Cavalcanti como máximos exponentes y cuyo rasgo característico es el de considerar a la mujer “donna-angelo” como mujer angélica y objeto de admiración por ser una creación casi perfecta de Dios; el binomio petrarquista que, como es evidente, desarrolló el mismo Petrarca y que trata la combinación de palabras con significados cercanos, muchas veces dulces, sobre todo en lo referente a Laura y sobre todo, en la reelaboración que el mismo Petrarca hacía de sus propias poesías para crear nuevas, jugando de esta manera con las palabras.

La mayoría de estos aspectos concretó más tarde la corriente petrarquista. Pero sobre todo, el último componente de la poesía de Petrarca es el que dio más juego a Rico. Pues sobre este especuló que tal vez se podría considerar a Petrarca como su propio imitador, cosa muy cierta pero a la vez evidente. De hecho sobre esto pienso que cada poeta y escritor tiene su estilo, el de Petrarca era este, el de reelaborar sus propias poesías, lo que dio lugar al uso de un lenguaje uniforme, caracterizado por las mismas palabras, cosa que me parece de vital importancia, pues se reflejará en la poesía italiana y extranjera de los siguientes siglos.

Con una síntesis de lo dicho anteriormente y con la esperanza de haber explicado de manera precisa, aunque simple e imperfecta, como el mismo Rico dijo, concluyó sin más ceremonias la conferencia, y con esta el ciclo de conferencias sobre Petrarca en la Fundación Juan March.

Personalmente solo puedo decir que me dejó bastante satisfecho. No puedo negar que se me pasó volando, como se suele decir, la parte de Petrarca como poeta. Francisco Rico no hizo sino revelar, con espíritu crítico, algunos de los secretos sobre la vida y la obra de Petrarca. Realmente me alegro de haber asistido a estas dos conferencias que me han deleitado con informaciones sobre este poeta que, personalmente aprecio mucho.

Así que, sin más preámbulos, me despido, recomendando de nuevo otro acto en la Fundación, en este caso un seminario de filosofía sobre el carácter excepcional del ser humano, que se impartirá el próximo jueves 20 de enero a las 19:30.

¡Yo no me lo pienso perder!

miércoles, 12 de enero de 2011

Estado de carencia.

Como toda persona, intento crearme una serie de valores que pretendo considerar absolutos, pero que no lo son ni lo serán nunca. Es una búsqueda que cada ser humano realiza a lo largo de su vida. En mi opinión la necesidad de una moral, de unas reglas inflexibles pero no inhumanas, es decir, unas reglas de comportamiento razonadas, y su consecuente búsqueda, es algo que fundamental en la vida de toda persona.

Pero resulta muchas veces que, a pesar del esfuerzo, no logro mantener un comportamiento social acorde con la moral que me planteo. Al igual que un viajero a pie, que se encuentra en lugares desconocidos para él, al toparse con la noche no ve en la lejanía ningún punto de luz, aún sabiendo que cerca debe de haber algún pueblo o granja, se siente más perdido, solo y vulnerable, así se siente mi esencia más profunda, perdida en la niebla de la confusión, errante por unos caminos ya mil veces transitados, buscando un punto saldo en el que descansar de su fracasada aventura sin encontrar, para su desventura, ninguna luz que le sirva de guía.

Y es que, para mí, sin una moral no hay ningún camino posible dentro de la sociedad de los hombres, siempre se acaba transitando por unos derroteros conocidos, que muestran la falsedad de unas reglas que no conforman un comportamiento responsable, moralmente aceptable.

Sin embargo, en mi confusión no soy capaz de mantener un comportamiento duradero, pues todas las formas de moral que encuentro tienen fallos irreconciliables con las posibles soluciones: si encuentro una moral que tiende a la integración social no se reconcilia con mis opiniones y con mis ideas sobre la sociedad, asimismo, si encuentro una moral que tiende, por ejemplo, a la ataraxía esto sería contradictorio conmigo mismo, pues no soy capaz de evitar opiniones y juicios, y así sucesivamente.

Me sirve de mucho leer, en muchos libros se trasmite una parte de la moral del autor a través de los actos y pensamientos de los personajes. Leer es algo como un tónico revitalizante, una porción de cordura, o de locura, de las que se puede extraer parte de la moral del escritor, en el caso de que la utilice al escribir. Me proporciona diferente puntos de vista, diferentes maneras de ver la vida, de personas que tienen más experiencias que yo, que han vivido más, que conocen el mundo de una manera más amplia, que conocen a las personas, que conocen la sociedad y que analizan al ser humano de maneras muy diversas.

Yo como persona me estoy formando todavía a nivel elemental, lo noto porque veo que mis formas de comportamiento, caen una tras otra, por motivos diversos, pero que demuestran su inviabilidad. Es algo que me cohíbe, intentar tantas veces comportarme de la mejor manera posible sin lograrlo por falta de valores, de principios. Pero también es algo que me desmotiva como ser humano, algo como un quiero y no puedo, y es algo que me hace mucho daño a nivel emocional, pues no puedo considerar qué está bien y qué está mal sino desde mi punto de vista humano y animal, que muchas veces falla al hacer las apreciaciones. Sin embargo, muchos son los razonamientos que pueden hacer falso el juicio que desde ese punto de vista hago, así que lo que realmente me interesa es la búsqueda de una moral acertada, no digo universal y siempre verdadera porque me parece casi imposible, que contraste lo menos posible con las demás personas, permitiéndome de esta manera disfrutar de una existencia agradable y placentera.

Esto, al fin y al cabo, no es más que una declaración de intenciones que me hago a mi mismo y de la que pretendo hacer al lector partícipe y conocedor.

Todo esto para indicar mi predisposición, que nace de la necesidad inmediata pero duradera, que tengo para aquellos que puedan aportarme algo a nivel personal, o como recomendación, alguna traza de moral que, desde vuestro punto de vista, consideréis válida para el uso práctico.

No me gustaría ser una persona inmoral, aunque lo dudo mucho porque ¿Quién dice que detrás de mi manera de pensar y de razonar no haya una moral implícita?

Espero que sea así, y espero poder añadirle valores positivos, para mejorar mi comportamiento. Cosa que solo puedo, mejor dicho, podemos hacer los hombres mediante la ética.

martes, 11 de enero de 2011

Conferencia sobre Petrarca (parte I).

Hoy (11-1-2011) he asistido a una conferencia que Francisco Rico, director de la Real Academia Española y afiliado a otras muchas academias de importancia europea e internacional, ha dado en la fundación Juan Match, en Madrid.

Antes de nada he de reconocer que no soy una persona muy activa, en el sentido de que no sigo demasiado los eventos de este tipo, como conferencias, presentaciones, actos públicos con motivación cultural. Tal vez debido a mi juventud o a mi supuesta falta de tiempo. La razón por la que expongo de manera resumida el tema tratado en la conferencia es por que tengo bastante interés en la poesía y más si ser trata de uno de los grandes de la cultura italiana y europea, como en este caso.

Francisco Rico exponía la vida, la obra y la época del gran poeta italiano Petrarca, que vivió en el siglo XIV.

Sin embargo, creo que nadie os podría explicar mejor que Rico, o tal vez los folletos de información que se reparten a la entrada de la Fundación y que, por desgracia, olvidé coger.

El argumento se divide en dos partes que se representan en distintos días, lo que me recuerda que si a alguien le apetece venir el jueves día 13 de enero de este año a las 19,30 empieza la conferencia; yo aconsejo ir con una antelación de al menos media hora.

La primera parte se centra en la vida de Petrarca, en su identidad, en la época en la que vivió, con una pequeña síntesis de la situación política y en su obra, por supuesto.

La segunda parte, a la que asistiré y sobre la que escribiré otra entrada, supongo que se versará en la parte poética del escritor, en la parte personal de su vida, en sus sentimientos y, casi seguro, en su amor por Laura, su mujer ideal.

La conferencia comenzó con una anécdota cómica: Rico había olvidado sus notas y esquemas sobre Petrarca, que pensaba utilizar durante el discurso, en el taxi en el que había venido. Así que el filólogo tuvo que hacer un esquema mental, que no estuvo nada mal, pero que no consiguió, a falta de tiempo para hacerlo, transmitir todas las ideas que hubiera querido.

El discurso se llevó a cabo de una manera amena, con un lenguaje dirigido al público medio, con algunas frases en latín, que posteriormente tradujo, y con algunos “excursus” con fines didácticos. El tono utilizado por el catedrático fue explicativo, con intención de informar de manera clara y precisa al público presente. Todo esto hizo de la conferencia llevadera y simpática, muy didáctica e interesante, lo que se daba por descontado.

Siguió con la vida de Petrarca, sus orígenes: nació en Arezzo, cerca de Firenze, en el 1304, en el seno de una familia acomodada. Rico hizo una aclaración sobre el padre de Petrarca, Ser Petracco, y sobre la infancia de Petrarca, trascurrida en Avignon, en aquel momento sede de la curia papal.

Más tarde prosiguió por los estudios de Petrarca, su predestinación a contable, por parte de padre, se vio truncada por su afición a las letras clásicas, de las que admiraba la forma en un principio y más tarde los valores que trasmitían.

Hizo una breve descripción de la situación política de las familias a las que Petrarca sirvió. Vino acompañada también por la aclaración del empleo de Petrarca, pues no vivía sin hacer nada, es más, sirvió a varias familias de importancia en el Norte de Italia, gracias a las cuales subsistía y podía desarrollar su arte. También obtenía beneficios de la Iglesia, esto es, había decidido entrar en el orden eclesiástico obteniendo un beneficio que le permitía viajar y hacer lo que él quería, escribir y descubrir textos clásicos.

De hecho, esta es la versión de Petrarca que Rico presenta al público en la primera parte de su conferencia: el Petrarca filólogo, padre del Humanismo, aquel que descubrió una gran cantidad de textos clásicos romanos mediante una larga indagación y gracias a unos viajes que hizo por parte de Europa; seguramente el otro lado, tal vez más atrayente de Petrarca, es decir, su faceta como poeta, lo haya dejado para la conferencia del jueves.

Siguió la exposición con los escritos de Petrarca, considerados de manera muy crítica por Rico, que intentó dar una visión general de libros como Secretum, De remediis, De viris ilústribus… El famoso Canzoniere, el plato fuerte, lo ha dejado para el siguiente día.

Finalizó con una apreciación general sobre la vida de Petrarca, sobre aquella faceta que tal vez conocemos menos y que es la más importante, más incluso que la de poeta.

He de decir que la proximidad con la que Francisco Rico trató a Petrarca durante toda la conferencia es bastante meritoria y notable. Es apreciable cómo el filólogo ha interiorizado al famoso poeta florentino y exprime sin tapujos su opinión, muy elaborada, sobre la vida y la obra de este maestro.

Tampoco se puede negar que ha sido una exposición muy crítica, esto es, Rico ha demostrado con argumentos cuales son las partes del Petrarca que conocemos que son falsas, casi todas, cuales de sus escritos son realmente de interés y qué debemos creer sobre lo que Petrarca dice de si mismo, que suelen ser casi siempre mentiras.

El filólogo logra, al final, definir la personalidad de este gran poeta y logra trasmitir al público cuales son los puntos fuertes de su vida y de su obra.

Personalmente solo puedo decir cuanto me ha sorprendido la claridad con la que este hombre comprende al autor italiano y, más que nada, cómo es capaz de crear una visión muy crítica pero acertada sobre lo quién era en realidad Petrarca.

No exagero cuando digo que espero con impaciencia la segunda parte de la conferencia. No se olviden, este jueves (13-1-2011) tienen una cita importante con el poeta italiano Petrarca, interpretado por este gran filólogo de la actualidad mundial que es Francisco Rico; una delicia ¡No falten!

lunes, 10 de enero de 2011

Desvaríos.

Días como hoy intento imaginar cómo sería estar en el lugar de un objeto inanimado, con la hipotética, en este caso falsa, certeza de que tengan una mínima animación; aunque como dice el nombre están inanimados.

No sé cómo se le podría llamar a esto, quizás una falsa empatía, incluso demasiado absurda para poder serlo porque, si muchas veces no suelo se empático con las personas ¿Cómo voy a serlo con los objetos?

Sin embargo, creo que hay una conexión, la que los seres humanos tenemos con la materia que nos rodea. Es muy cierto que somos polvo de estrellas y precisamente por esto, existe la astrología, que estudia los efectos que los cuerpos celestes tienen sobre nosotros.

Es interesante considerarlo desde este punto de vista, desde el que me doy cuenta de que no somos más que una efímera forma en la confusión de la materia y de las ideas informes. Presenciar por un instante la eterna controversia entre aquello que no es y aquello que es, que según los filósofos orientales no era otra cosa que el Tao, fusión de dos esencias.

Tenemos el privilegio de poder observar la eternidad desde nuestra caducidad, lo que permite apreciar las formas finitas que fuimos, que somos y que seremos en el flujo infinito de la materia, a la que según Platón el Demiurgo da forma constantemente con la vista puesta en el mundo de las ideas.

Es inquietante tener la certeza de un nacimiento y de una muerte, saber que todo lo que somos y lo que fuimos, sin olvidar lo que seremos, pasa por una infinidad de formas, desde la raíz de una planta del cretácico hasta una gota de magma de cuando la Tierra era aún joven. Quizás lo que el ser humano no acepta es que podemos ser todo lo queramos, simplemente hay que dejar que el tiempo pase, podemos ser una mariposa elevándose tras dejar atrás el capullo, podemos ser una flor, pero también la abeja que recoge el polen de esta, podemos ser miel en los morros de un oso, pero también el mismo oso, podemos ser el árbol del que pende un sabroso fruto, pero también el fruto y la semilla, el agua que las raíces absorben y la tierra fértil de la que nutren las plantas.

Estamos formados de átomos que se combinan cada segundo en estructuras preexistes pero no por ello poco originales. Puede incluso que como decía el filósofo griego Demócrito nuestra alma esté formada por unos átomos ligeros que a nuestra muerte se liberan y forman almas en nuevos cuerpos.

Saber que somos simples formas finitas que en un momento determinado han aparecido en el espacio y que en un momento determinado desaparecerán para unirse a la maraña de masa informe de la que nos creemos dueños, es algo abrumador.

Tener en nuestras manos la responsabilidad de ser algo creado por la casualidad, símil a una bella obra de orfebrería hecha con un genuino arte nacido del descuido, es algo que genera emociones contradictorias en mi interior.

Por una parte sé que un día tendré que volver a ser algo inanimado, algo que tal vez en un futuro pueda volver a tener vida o simplemente algo que se descompondrá con el paso del tiempo y servirá de alimento a los gusanos antropófagos para después morir con ellos y formar parte del estrato superficial de la Tierra hasta que algo haga cambiar la situación. Es algo que me produce un pánico atroz, el pavor que nace de mirar cara a cara la incertidumbre de las formas y de las ideas, del tiempo y del espacio, las tinieblas del hombre, en las que nuestra pobre mente no puede penetrar más que un mínimo, como quien hunde algo en la tierra a sabiendas de que no ha hecho nada más que rozar la superficie del todo.

Por otra parte me encanta saber que formo parte de algo tan grande que no soy capaz de abarcar, una chispa que se ha saltado de la hoguera de la que no es más que una ínfima parte de la más pequeña parte de la misma. De alguna manera es esperanzador que, como afirmaban los filósofos del Neoplatonismo, simplemente seamos algo que de un momento a otro volverá a ser parte del Todo del que ha salido.

Es increíble que a lo largo de la historia de la filosofía se hayan hecho tantas hipótesis sobre el origen del mundo y sobre nuestro origen, entendido como causa última, no de dónde venimos, sino de qué.

Según Empédocles el ciclo cósmico nace de la contradicción, de la lucha entre dos fuerzas, esto es, el universo existe debido a la paradoja del Amor y del Odio. Pero no existe cuando solo hay Amor, existe cuando hay un equilibrio entre ambas esencias contradictorias. Es algo fascinante el afán que los seres humanos tenemos por buscar el equilibrio, siempre intentamos que haya una cantidad adecuada de cada cosa para que todo parezca más justo y de esta manera equilibrado.

Me parece que el esfuerzo que los seres humanos han hecho para creerse algo en el universo es meritorio. A lo largo de las épocas numerosas personas han creado arte, han buscado una manera de expresar lo que de veras creemos ser. Tal vez unas simples falacias, tal vez algo más profundo que eso; aunque más similar a una red de conclusiones falsas nacidas de erradas hipótesis tejidas con un hilo formado a partes iguales por temor y esperanza, con ciertos puntos que opinamos saldos y estables, que no son sino dogmas de la filosofía y de la experiencia humana, sensaciones asumidas como verdaderas y trasformadas en conceptos que asientan la base de los razonamientos inductivos; sin embargo todo hay que ponerlo en duda para de esta manera confirmar las pocas verdades, y digo pocas porque comparadas con las que ofrece el mundo que se abre a los sentidos son relativamente pocas.

Puede que en futuro el ser humano llegue a dar con un razonamiento tan aparentemente veraz que tal vez la necesidad de encontrar respuestas se aplaque hasta un cierto punto, dando de alguna manera una tregua, pero dejando lugar al aburrimiento, artífice de las guerras y de la degradación humana según Schopenhauer. Personalmente espero que no, que el Sol muera antes de eso y la especie humana con él.

Definitivamente, este es un tema con infinidad de salidas, sobre el que podría pasar la vida entera hablando sin llegar a ninguna conclusión útil para nadie pero, sin embargo, algo me obliga, como ser humano, a indagar acerca de lo que somos, de qué es nuestra matriz, del verdadero origen del Todo.

Y todos estos mitos e hipótesis no hacen sino decorar una verdad que creemos nuestra y que aún no hemos descubierto, no hacen sino dar vueltas alrededor de la verdadera esencia de nuestro ser que, por alguna razón, le sigue vedada al ser humano.

No puedo sino hacer lo que han hecho muchos antes que yo: acercarme de manera disimuladamente a la esquiva realidad que se le escapa al ser humano esperando que no se desvanezca, esperando que cada hipótesis sea un acierto y no un error y ayude a dar un paso manométrico en el camino de la indagación filosófica y humana.

Pero, por desgracia, estos no son más que desvaríos.

sábado, 8 de enero de 2011

Cuestión de opiniones.

A veces me interrogo sobre las causas que precipitaron la situación mundial actual. Aunque son importantes las causas políticas, económicas y sociales yo suelo concentrar la indagación en las causas humanas, que según mi opinión son las causas primeras de todo el descontrol que se ha generado.

Remontándonos a los albores de la humanidad podemos observar que la historia siempre ha estado caracterizada por guerras, por descubrimientos, por catástrofes y epidemias pero también por un progreso creciente igual a la proliferación del ser humano en la faz de la Tierra. Sin embargo las causas primeras de todas estas situaciones son las relaciones humanas. En el plano personal, individual, influyen todos esos sentimientos, todas esas emociones, que muchas veces suelen condicionar las decisiones de los seres humanos. Desde la antigüedad hasta el momento actual todas las grandes tragedias de la humanidad que han derivado de la relación entre esta especie, es decir, no por causas naturales, entendiendo por naturales derivadas de la naturaleza, se han debido a unas personas que en un momento tomaron una decisión, muchas veces equivocada, que condicionó el desarrollo de la historia.

Personalmente no comprendo cómo estas personas fueron capaces de tomar decisiones tan perjudiciales para el ser humano, cómo no pudieron ver que la paz es en realidad un bien y la guerra un mal. Miento, sí que lo comprendo, es humano. Estos actos que influyeron en el desarrollo de la historia no se diferencian demasiado de las decisiones cotidianas, son muy símiles. Por ejemplo ¿Hay alguna diferencia, aparte de la aparente, entre quien decide si va a tratar mal a otra persona y quien decide declarar la guerra a otro estado? Aquí destaca la importancia de la moral y del comportamiento, del equilibrio interior y de la justa administración de las emociones. Con esto no quiero decir que aquellos que tomaron decisiones, para mi, equivocadas fueran personas desequilibradas e inmorales. De hecho la cuestión en este punto se amplía e incluye todas las facetas de la personalidad del ser humano.

Muchos filósofos durante el Renacimiento y el Iluminismo atribuían a la razón la capacidad para aceptar o condenar una acción, es decir, daban a la razón el poder de calificar morales o inmorales determinados hechos.

Hay múltiples razonamientos para aceptar como válido cualquier razonamiento, pero no depende tanto del razonamiento efectuado cuanto de la personalidad de la persona que lo efectúa, es decir, un mismo razonamiento puede parecer creíble a una persona pero tal vez no a otro individuo. Debido a la duda existencial, que creo siempre necesario tener en cuenta, nadie me parece capaz de afirmar como verdad absoluta lo que se presenta como una conjetura, como una hipótesis, sin pruebas reales.

Nadie entonces sabe realmente si lo que hace es moralmente correcto porque la razón está sujeta a la mente, la mente tiene como órgano principal el cerebro y el cerebro forma parte de nuestro organismo, por lo tanto se mezclan siempre experiencias subjetivas que oscurecen el juicio moralmente correcto, es decir, el juicio que respeta las reglas humanas y que sería desde el punto de vista del ser humano el juicio más acertado.

¿ Se podría decir entonces que las personas que tomaron decisiones que influyeron el desarrollo de la historia muchas veces lo hicieron teniendo en cuenta sus opiniones personales y sus experiencias, emitiendo de esta manera un juicio no totalmente objetivo y por ende moralmente correcto?

Yo opino que por mucho que los seres humanos hayan intentado, y sigan intentado, hacer lo correcto siempre habrá un conflicto de intereses nacido de la diferencia de opiniones, que a su vez nacen de la propia experiencia del individuo.

Pero no hay que pensar siempre en el individuo sin responsabilidades, recordemos que aquellos que han tejido el actual presente han sido aquellos que han tenido poder y por ende responsabilidades. Esto quiere decir que los mandatarios, los personajes influyentes y otros individuos que han tenido algún tipo de presencia en el mundo, han tenido también la responsabilidad derivada de su cargo o de su posición.

Por eso me horroriza saber que el destino de la humanidad ha pendido y sigue pendiendo de la voluntad de determinados individuos. Con esto no entiendo señalar simplemente a las dictaduras, sino a aquellos regímenes que delegan el poder en una o varias personas, incluida la democracia.

Volviendo al tema principal, ahora se podría decir que cada forma de estado, de gobierno, de sociedad es igual de inestable que un simple individuo, pues no olvidemos que nuestra sociedad está formada por simples personas y que cada una tiene una voluntad, unas emociones, unas aspiraciones, unas opiniones que suelen diferir unas de otras en la mayoría de los casos.

Por eso, y aunque parezca absurdo, opino que la causa principal que ha precipitado la situación actual es la inestabilidad anímica que está presente en cada ser humano desde los comienzos de nuestra especie y que, día a día, da forma a la leyenda olvidada que algún día seremos.

viernes, 7 de enero de 2011

Amor propio.

En el primer acto de Fuenteovejuna de Lope de Vega, en un diálogo entre los personajes Mengo, Barrildo y Fondoso con las dos mujeres Laurencia y Pacuala, el autor habla del amor propio. El concepto de amor propio que Lope saca a colación se remonta al gran filósofo griego Aristóteles.

Aristóteles afirmaba que amarse a sí mismo es natural. De esta afirmación se podría intentar sonsacar un concepto menos ambiguo, porque ¿Qué es el amor propio?

Se podría entender como una forma del instinto de supervivencia humano, es decir, nos amamos a nosotros mismo porque lo necesitamos, el instinto de autoconservación lo hace obligatorio. Buscar el mal de nuestra persona entonces no es una forma de amor propio y podría decirse una forma de existir contrariamente a las reglas naturales, estos es, que cada organismo pugna por sobrevivir y, de esta manera, haríamos todo el contrario, por lo que se a esta forma de tortura se le podría decir antinatural.

Todo esto desde el punto de vista objetivo de un observador imparcial puede parecer conciso e incluso creíble, pero hay que tener en cuenta que en esta anterior valoración no está presente la pare subjetiva, los motivos que han obligado a la persona a comportarse de esa determinada manera.

De todos modos esta forma de amor propio, como instinto de conservación, es solo una de las varias formas con las que se puede identificar el concepto.

Otra de estas sería el amarse, dando a la palabra amor el sentido convencional que designa una atracción física y espiritual entre dos personas, lo que se identificaría con el narcisismo o la egolatría. Una forma de amor arriesgada, ya que también desafía los límites naturales, que obligan a todo animal a buscar una pareja y a procrear. No por esto habría que condenar esta forma de amor, ya que no dista mucho de las formas que tiene el hombre de expresar este sentimiento. Aún así, este orgullo en la propia persona que es el narcisismo, esa exaltación del propio ser que es la egolatría, están basados en unos sentimientos no siempre positivos, de alguna manera este amor propio podría estar basado en la soledad, con todas las implicaciones que esta conlleva.

Pero creo que la forma de amor propio a la que se refería Aristóteles es la que se encuentra en un equilibrio entre el cuerpo y el alma, que no por eso son dos cosas opuesta e irreconciliables, sino al contrario. En este amor es aquel que guía a la persona hacia aquello que la favorece, hacia aquello que le conviene, sea en el plano físico que en el espiritual. El amor propio es un amor hacia el propio ser verdadero que la persona es, una forma de respeto al alma latente que cada uno de los seres humanos tiene. Esta forma de amor es capaz de guiar a la persona a hacer el bien, a hacer aquello que en un futuro, a corto, medio o largo plazo, le podría beneficiar.

Entendido esto se puede pensar que si una persona se ama a sí misma es una persona feliz. De aquí se podría deducir lo que es una persona feliz, es decir, una persona equilibrada, que mantiene en un mismo plano el cuerpo y el alma de manera haciendo que su amor propio prolifere y aumente.

Ahora, está claro que la felicidad la he entendido como un equilibrio, pero no sé si podría responderse con la “felicidad” de la que todos hablamos y de la que nada sabemos que, al fin y al cabo, no es más que una idea que con el paso del tiempo se ha convertido en un falso ídolo que todos veneramos en vano.

La felicidad como equilibrio me parece más factible y le doy ese nombre puesto que este equilibrio hace feliz a la persona que lo practica y proporciona una gran satisfacción.

Desde luego esta afirmación es algo utópica, pero al formular estas afirmaciones no hago sino moverme en el plano de las ideas que no se realizan, es decir, en el plano hipotético ya que la duda existencial me impide afirmar con toda seguridad la veracidad de mis afirmaciones.

Pero siguiendo en este fantástico mundo, el equilibrio ayuda al ser humano a sentir amor propio pero no tan solo esto.

Cuando una persona está enfadada, descontenta consigo misma, cuando un ser humano no se siente a gusto en su propio ser acaba por tratar mal a los demás. De alguna manera el ser humano muchas veces descarga sus frustraciones con las personas que lo rodean. Esto lo único que provoca es una reacción de rechazo en las personas que han sufrido la cólera de la persona descontenta. Este rechazo nace del descontento que provoca que otra persona trate mal al prójimo sin motivo aparente y, hay que decirlo, en muchos casos inexistente. Pues bien, de este descontento nace un rechazo natural que nace probablemente del instinto de autoconservación, esto es decir, a nadie le gusta que le mangoneen. La persona ofendida entonces corta vínculos con aquel o aquella que a hecho la ofensa. Esto no hace sino sentir peor al individuo que está ya descontento consigo mismo y agria aún más su carácter, lo que se traduce en más ofensas hacia aquellos que lo rodean. Es un triste círculo vicioso en el que a cada ofensa sigue otra mayor.

Sin embargo, poniendo el caso contrario, si una persona se comporta amablemente a con otra persona, probablemente, tarde o temprano, reciba a cambio una retribución bajo forma de amabilidad. Cuando una persona se comporta de esta manera con las personas que la rodean, se la puede calificar como una persona altruista.

Ahora bien, sabiendo el caso contrario se puede deducir que este altruismo nace del amor propio. Entonces el amor propio no es algo que beneficia solo al individuo que lo practica, sino que es positivo para todas las personas que lo rodean y ayuda a los demás a sentirse mejor, fomentando de esta manera el altruismo.

Así que ¡Tengan cuidado, el altruismo es contagioso... y además es positivo!

miércoles, 5 de enero de 2011

Curiosidad.

Curiosidad es la necesidad de saber mucho acerca de algo en particular; al contrario el ansia de saber es la voluntad innata que todo ser humano tiene o debería tener y consiste en el querer saber mucho acerca del entorno que lo rodea, de los procesos que se cumplen en el ambiente en el que vive, de los sistemas que comparten su espacio vital y de todo lo que de alguna manera lo incumbe. Eso decía Schopenhauer.

Por desgracia este instinto del ser humano no me parece algo de lo que debamos enorgullecernos, aunque tal vez en este consista nuestra salvación como especie.

Retomando los argumentos del filósofo Rousseau, que vivió durante el triunfo del iluminismo francés, aunque es considerado un superador de esta doctrina puesto que entro en conflicto con aquellos que postulaban la necesidad de establecer la razón por encima de todo lo demás… (disculpen el “excursus”) donde él afirma que en los albores de la humanidad los hombres vivían individualmente, sin necesidad de establecer una sociedad ni una jerarquía, se podría deducir que estos seres primitivos no tenían el instinto que yo antes he calificado de “innato”. Si estos hombres no vivían en sociedad no podían tampoco mantener un conocimiento básico, es decir, lo que cada hombre descubría moría con él puesto que el saber no era transmitido ni se acumulaba. Según Rousseau esto se mantuvo así durante mucho tiempo, sin compromisos, un mundo salvaje para unos hombres primitivos cuyas únicas agrupaciones eran aquellas que se creaban por necesidad, sin el establecimiento de ningún vinculo duradero- lo que ahora consideramos una familia se podría decir que antes no existía-.

Entonces se podría decir que lo que caracterizaba al hombre no era la voluntad de saber, sino la de sobrevivir, aunque aderezada con una curiosidad que lo llevaba a descubrir medios para mejorar su vida propia pero que, a la muerte del individuo, se perdían irremediablemente. Rousseau afirma que todo esto cambió cuando un hombre afirmó su derecho sobre algo, es decir, dijo que le pertenecía; y cuando otros hombres escépticos lo creyeron y lo aceptaron: nacía la propiedad privada y con esta la desigualdad social y todo lo que de esta deriva. Según Rousseau este es el mayor error del hombre, el haber dado el paso de un equilibrio natural a uno artificial, al que no sé si podré llamar equilibrio.

Desde ese momento se crearon las primeras sociedades y en ellas comenzó a acumularse el saber de los hombres. La curiosidad dejó paso al placer de saber, a la necesidad de conocer el entorno y los orígenes de los hombres. No es que la curiosidad dejase de existir, ni mucho menos, de hecho los humanos hodiernos aún somos seres curiosos, pero esta curiosidad se mantuvo a nivel individual, el saber acabó por predominar; aunque, bien mirado ¿Qué es el saber sino la suma de la curiosidad de muchos hombres?

El hecho es que el paso del hombre por este mundo ha dejado un camino marcado por el efecto de una curiosidad indomable. Este efecto se traduce en varias disciplinas que ocupan ahora el tiempo del hombre y que para llegar a un buen grado de comprensión del mundo es necesario conocerlas mínimamente. Pero por muchos aspectos positivos que haya logrado el ser humano con su curiosidad también ha dejado un rastro de muerte y destrucción, dramatismo incluido. Por poner un ejemplo, Dante, el fantástico escritor de la Comedia sobre los reinos ultraterrenos, colocó a Ulises en el infierno, siendo éste la metáfora de la Curiositas greco-latina; Ulises quiso saber más que cualquier otro mortal sobre lo que había más allá de las fronteras que Dios había dado a los hombres, quiso saltarte los límites de la mortalidad llevado por su acuciante curiosidad. Dios por supuesto no lo permitió y, siempre según Dante (recuerden que es una metáfora), hundió el barco donde viajaban Ulises y con sus marineros justo cuando estos acababan de avistar la montaña del Purgatorio.

Algo parecido ha sucedido en la historia: el hombre, llevado por su curiosidad ha descubierto y ha hecho prácticos estos descubrimientos de toda clase, incluidos aquellos bélicos. Los seres humanos solemos manipular las ideas, a las demás personas, para que los hechos nos favorezcan, supervivencia sin duda. Debido a esto ha habido tantas injusticias, tantas muertes, tantas mentiras, cuya causa ha sido el mismo ser humano.

Se puede inducir de todos estos casos particulares que la curiosidad y el saber han sido las causas preponderantes que han precipitado la situación actual. Claro ¿Pero acaso no es peor la ignorancia? En nuestra sociedad hodierna una de las consecuencias de la mala gestión del saber ha sido la ignorancia, muchos de nosotros ignoramos los aspectos fundamentales de nuestra historia, de nuestro origen ¿La curiosidad ha llevado a olvidad lo que somos? Sin duda no ha sido la curiosidad ni es saber, sino el hombre, que ha hecho mal uso de los conocimientos, siempre mirando a mejorar sus propias, y cuando digo propias entiendo solo de un individuo, condiciones de vida olvidando que vive en una sociedad y que somos un todo, no un grupo de personas individuales. Tal vez en esto radique la desigualdad que se ha establecido hoy en día: en que la sociedad parezca un bloque unido mientras que está fragmentado en pedazos, siendo cada pedazo una voluntad.

Pero volviendo al tema, la curiosidad ha llevado al hombre a descubrir métodos para mejorar sus condiciones de vida, su ambiente y todo lo que le rodea, pero también ha llevado al hombre a descubrir métodos para empeorar las condiciones de vida de los demás y para destruir el ambiente que lo rodea a su voluntad.

Sin embargo y por mucho que lo desee, debo admitir la curiosidad, el saber, como algo absolutamente necesario para el progreso, ya que en este radica la única forma de salvación para el ser humano dada la situación actual.

Aprender a ser responsable con los conocimientos, utilizarlos para mejorar el mundo que nos rodea es algo que me parece de vital importancia para el humano moderno y por eso es una de mis metas a medio y largo plazo, algo que espero cumplir para mejorar a nivel personal y por lo tanto para mejorar la sociedad.

martes, 4 de enero de 2011

Otium.

Me llama la atención la capacidad que los seres humanos tenemos para perder el tiempo. Paradójicamente yo abuso del tiempo de ocio, entendido según la connotación hodierna, lo que, verdaderamente es un desperdicio de tiempo.

Los romanos tenían una concepción del ocio muy diferente a la que ahora nosotros tenemos. Para ellos el día se dividía en “negotium” y “otium”. Durante el tiempo de “negotium” se dedicaban a sus tareas, al trabajo para subsistir. Durante el tiempo de “otium” los romanos se esforzaban por mejorar a nivel personal, cultivaban su mente, practicaban deporte y hacían actividades que de alguna manera mejoraban la calidad del individuo y lo hacían progresar como persona. Todo esto es concebible tan solo manteniendo el punto de vista de la sociedad romana, que en su momento de máximo esplendor se mostraba estructurada y eficiente, cuyos ciudadanos, aquellos que gozaban de privilegios en el mundo romano, podían permitirse el lujo de separar su tiempo en “negotium” y “otium”.

Aplicado a la sociedad hodierna parece algo inconcebible, pues los seres humanos modernos vivimos con una especie de prisa innata que nos impide pararnos a pensar cómo gestionamos el tiempo del que disponemos. Entonces esta división hecha previamente se podría considerar una suerte de utopía, lo que nos dejaría como al principio, sin ninguna conclusión nueva.

Sin embargo, a lo largo de la historia, la mayoría de ideas que se aplicaron al mundo al principio no fueron más que una utopía y, generalizando, nada nos demuestra que nuestras ideas no sean más que eso, utopías.

Por lo tanto podríamos admitir una de las dos opciones: o todas las ideas son una utopía o todas las ideas nacen como utopías pero tienen un cierto margen de aplicación práctica que permite desarrollarlas en la realidad que conocemos con un cierto grado perfección, muchas veces ínfimo, casi nulo.

Suponiendo la segunda opción como la más viable de las dos podemos, en nuestra mente, crear una jerarquía de necesidades de la que deriva el gasto de nuestro tiempo. Conociendo lo que necesitamos y cómo cumplimos nuestras necesidades podemos calcular aproximadamente el tiempo del que disponemos para cumplirlas y el tiempo que empleamos en hacerlo.

Personalmente opino que manteniendo una organización interna en nuestra mente podemos llegar a crear una especie de disciplina, imperfecta claro está, en nuestra vida real. Tal vez podamos llegar a educar nuestra mente y por ende nuestro cuerpo, que materializa las necesidades psicológicas de la mente además de sus propias necesidades físicas.

En el plano personal yo utilizo demasiado tiempo en cosas vanas, banales, que no me proporcionan una felicidad a largo plazo, sino que me ayudan a pasar el tiempo de una manera agradable en el momento. Esto es algo que como persona debería cambiar, pero es algo que mi indisciplina mental me impide. Puedo ser capaz de distinguir lo placeres momentáneos de aquellos de larga duración, pero por una causa u otra no soy capaz de decantarme por los segundos, lo que seguramente se deba a que, lograr algo a largo plazo, requiere un esfuerzo prolongado, cosa no muy agradable. Por no hacer el esfuerzo muchas veces no logramos la meta. También es algo paradójico que una persona como lo diga, aunque lo es aún más que sabiéndolo no lo cambie, pues, teniendo en cuenta todo lo anterior, se me puede considerar una persona vaga, sin ganas de cambiar lo antes mencionado.

De todos modos llevar a cabo una buena gestión de cualquier cosa requiere un esfuerzo que es directamente proporcional a la felicidad que el resultado de tal gestión produce, esto es, mucho esfuerzo es igual a mucha felicidad; un esfuerzo insuficiente es igual a decepción y por ende a infelicidad.

Toda meta requiere un esfuerzo, todo objetivo necesita de empeño por parte de aquel que pretende lograrlo.

Animo a todo aquel que quiera, con su fuerza de voluntad, hacer algo productivo con el tiempo del que dispone, es decir: me animo a mí mismo; porque como dijo el filósofo oriental Confucio: Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes.

lunes, 3 de enero de 2011

Negro:Gris:Blanco.

Ya no aguanto más, estoy harto. A pesar de mis intentos no puedo suprimir los juicios que como persona emito.

Me gustaría estar por encima de mi propia mente y de sus crueles juegos pasionales y emocionales. Remontándome a la corriente Iluminista del siglo XVII-XVIII he probado a entrenar mi mente bajo los dogmas de la razón, de la incuestionable lógica. El problema es que era un entrenamiento meramente formal, la educación de mi intelecto consistía en la anulación de los demás aspectos de mi ser, dirigidos por la mente; consistía en la supresión de los demás sentimientos de manera absoluta, enterrando las semillas de la felicidad y la tristeza bajo un manto de ilusiones bruscamente apartadas por la razón. Creí ver una luz, una guía salda y firme, un apoyo, un camino definido listo para ser recorrido por mí. La razón me mantenía despierto y atento, pendiente de la meta que pretendía lograr: una vida razonable, una vida mejor. Como hicieron los iluministas, dejé el dominio de mi cuerpo a mi mente y mi propia mente la dejé bajo las órdenes de la razón. Así trascurrió el tiempo, no sin irregularidades, algo pugnaba por salir, por escapar a su encierro, algo fuerte, que me superaba y que aún lo hace.

Las rotas ilusiones habían resultado un fértil manto de alimento para las pasiones latentes, una parte de mi mente no se había rendido nunca al absolutismo de la razón y esperaba una catarsis espiritual. Un día como otro cualquiera el muro racional que mantenía aislada mi mente y mi alma del resto de emociones cayó derribado por una explosión de experiencias no asimiladas, de juicios no emitidos, de valores infringidos, de sentimientos no vividos y de pasiones que buscaban materializarse en mi. Quise ser fiel al único principio que había establecido, a la regla inquebrantable que más tarde hice añicos, quise seguir por encima de todo a la razón pura frente a los demás aspectos de mi mente. Es evidente que no lo logré. Nunca he sabido si fue por falta de voluntad, si fue por falta de disciplina mental o si simplemente es algo imposible de lograr y que los filósofos racionales del iluminismo europeo eran unos hipócritas; no podría decirlo, de momento el hipócrita soy yo.

Todo estalló en mi interior e irremediablemente me hundí, herido de muerte en mi orgullo, en mi personalidad. Los sentimientos se desbordaron y me volví una persona emocional, melancólica, empática tan solo conmigo mismo, egoísta en mi dolor, encerrado en mi tristeza debido a los prejuicios creados en mi mente; me sentía incomprendido.

No recuerdo con exactitud cuánto tiempo pasé hundido en la derrota, cayendo cada día más hacia un futuro incierto, tan solo aliviado por la alienación de mi persona, por la lectura de relatos confortables, pero irremediablemente perdido. El desequilibrio emocional que se generó en mí tras la caída de la razón me costó muchos días oscuros, teñidos con un velo gris, que ocultaba el color del mundo y de las demás personas y me obligaba a mantener una actitud egoísta.

Suele decirse que en estos momentos tan críticos suelen estar los amigos para reconfortar el espíritu, pero en mi caso no estaban. Aprendí a convivir con la soledad, con la que, aún hoy, me encuentro muchas tardes, a base de días vacíos y noches largas. Comprendí muchas cosas y, desde aquella nueva perspectiva, observé el pasar del tiempo y el movimiento de los seres humanos, y me sorprendí. Me sentí diferente de los demás jóvenes de mi edad, ninguno de ellos parecía conocer la soledad, ninguno parecía entender mi mirada triste, ninguno parecía ver mi estado de ánimo por encima de las engañosas apariencias. Sin embargo este estado que sufría lo observé en personas mayores, cercanas a la vejez; me sentí viejo.

De esta forzosa convivencia, derivada de mi introversión abusiva y de la ruptura casi completa con el mundo exterior, siendo los únicos filones mediadores la familia y el colegio, obtuve provecho, una formación forzosa, no deseada. Aprendí a convivir conmigo mismo, pues la soledad no es más que una convivencia con nuestros propios pensamientos, con mis emociones, pero no logré controlarlas, no logré controlar los juicios que me causan tantos problemas. El desequilibrio se mantuvo y en mi encierro interior intenté sufrir todo lo que había guardado, en silencio. El resultado de todo fue el mismo que sufriría una persona al situarse físicamente bajo una cascada de gran altura: los sentimientos ocuparon mis sentidos invadiendo mi espacio, rompiendo barreras, todos a la vez, generando un gran desorden en mi interior.

Tras pasar largo tiempo conmigo mismo logré crear un equilibrio entre mis sentidos y mi mente, logré equilibrar la balanza de lo que siento y de lo que estoy dispuesto a sentir. Este equilibrio era inestable: algunos días estaba saturado de emociones, negativas en mayor medida, y me sentía triste, otros las únicas emociones que ocupaban mi sentir eran positivas y me sentía muy feliz; vivía entre blanco y negro, no existía el gris.

Hasta que un día me sentí apático, comencé a aborrecer el mundo, a las personas, a mis pensamientos y a mi mente. Entonces me sentí verdaderamente extraviado, pues me movía en la dimensión del aburrimiento, adonde van las personas que acaban por perder su meta, su objetivo y quedan vacías por completo, sin tristezas ni alegrías. Mi mente se volvió gris.

Perdí mucho esas semanas que pasé en estado neutro, sin ganas ni necesidades. Aprendí a ser un falso escéptico, la indiferencia y apatía de la que nacía una crítica hueca hacia todo lo que me rodeaba, falsa indiferencia, falsa apatía, falso escepticismo. En realidad una parte de mí sintió todo lo que sucedió durante aquel lapso de tiempo, simplemente lo descarté, no lo tuve en cuenta y creí haber llegado a la ataraxia; pero obviamente no era la ataraxia. Tal vez fuera simplemente una imperturbabilidad aparente derivada del cansancio generado por la lucha entre las emociones contradictorias que habían hecho de mi mente y de mi alma su particular campo de batalla; tal vez fuera tan solo que acabé por aburrirme del juego de las pasiones y por esto abdiqué a favor de la automatizada respuesta que todo animal genera cuando se encuentra en peligro de muerte: la supervivencia. Así viví como un vegetal, escondido en mi mente, en el reducto libre de peligros, custodiado por mis valores más puros, donde dormí durante lo que me pareció una pequeña eternidad.

Al despertar me encontré con un equilibrio que mi propio cuerpo había generado en ausencia de mi voluntad, cautiva de sí misma. Mantuve dicho equilibrio aferrándome a este como a un seguro de vida, pues, de alguna manera, sí que lo era. Pero inevitablemente, como todas las cosas y sistemas, se fue deteriorando.

Es evidente a qué llevó este deterioro de mi equilibrio: mis sentimientos se desbordaron. Tal vez esta sea una de las causas por las que expongo, resumidamente, las vivencias interiores de mis más recientes (una vez leí en un libro que es mejor utilizar eufemismos a decir directamente “últimos” por la connotación que esta palabra conlleva) meses de mi vida. Una lucha que estoy manteniendo en estos momentos, una búsqueda que llevo a cabo con el fin de lograr un equilibrio estable, valga la redundancia, y de lograr de alguna forma u otra la ataraxia.

Por eso mismo he decidido expresar los sentimientos que he mantenido encerrados en mi más íntimo ser, para que, expresando los conceptos generales de lo que he sentido, los particulares sentimientos abandonen mi mente, donde han establecido su morada, y dejen de dar vueltas en mi cabeza, siempre en círculos, sin encontrar una salida como la que les ofrezco yo ahora.

Los juicios siguen ahí, no logro librarme de ellos por mucho que piense una manera razonable de hacerlo. Estoy bastante cansado de no lograrlo y por eso mismo voy a hacer todo lo contrario de lo que me dice mi mente, es decir, voy a pedir ayuda.

Creo que la supresión de los juicios que yo pretendo no sea tal vez algo que pueda hacer solo y, por eso, me ayudaría mucho que aquellos que lean esto, sin obligaciones claro está, me propongan alguna forma de dejar atrás los juicios y prejuicios que me asolan.

Tal vez juntos podamos lograr lo que solos no hemos conseguido.