Otras veces me lo recuerda una mirada de una chica desconocida, blanquecina pantalla donde precipitan universos en la brillante pupila ¡Qué miradas! Y yo estoy ahí para captarlas, la rareza, la extremada delicadeza de ese momento, se hace mío. Entonces pienso, cuando el hechizo desaparece, que el mundo es tan vasto, que hay tantas personas, tanto tiempo pasado y por pasar, tantas situaciones como granos de arena en las playas, como átomos en el universo, que esa mirada durante breves instantes fue toda mía, durante una pequeña eternidad. Por causalidad o por casualidad nuestros ojos se encuentran una vez, y luego vuelven a perderse en la vida sin volver a encontrarse.
¡Qué insignificancia! Es tan excepcional existir en este instante... Cuanta belleza, cuanto amor hay en el mundo, está ahí, en todas partes, dentro de mí, en la Vida.
En esos momentos, cuando recuerdo que no soy NADA comprendo dimensión real de la existencia y el valor de atreverse a vivir.
No soy nada de nada, algo que se agita en la inmensidad de la nada, nada me impide hacer lo que deseo porque no hay autoridad cuando nada importa y todo sueño es posible.