El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

viernes, 30 de abril de 2010

Zero.

Solo cuando el ruido atronador forma un murmullo de fondo soy capaz de apreciar el sonido del silencio. Dura apenas un instante, es un momento de paz, de solemne adiós al mundano vivir. Cuando los sonidos opuestos se complementa se crea una calma, una esfera hecha a medida para quien sabe escuchar.
No hay música, no hay sonidos discordantes, todos están de acuerdo en formar una pantalla alrededor de mi persona.
Este silencio no es sino la suma de todos los sonidos que capta el oído: es el agua que fluye en una fuente, es el alegre canto de las golondrinas una tarde de primavera, es el húmedo sonido del beso de dos amantes, es el grito de los niños y el sonido de mis pensamientos.
Durante la noche no es otra cosa que el espacio de tiempo que hay entre una nota y otra en la Moonlight sonata de Beethoven. La ausencia de preocupaciones y demás problemas humanos. Es un sonido que podría acompañarme durante toda la eternidad, del que nunca me cansaría.
Pero cada vez es más difícil captar el mutismo del sonido. Cada día hay más y más rumores que atormentan al atento oyente. Y cada día echo de menos la soledad que proporciona la calma del vacío y añoro la libertad de la que ahora carezco.
¿¡Oh, armonía, donde te fuiste!? ¿Por qué no te encuentro? Creo que en algún momento fuimos uno solo, alguien mejor.
Solo cuando siento la trasparente soledad, que me proporcionan las personas, creo encontrarte. Pero me engañas, no te escondes en el silencio... ¿Tal vez en el ruido?
Daría todo lo que poseo por poder escucharlo otra vez, por poder añorar el ruido en vez de la ausencia, por poder cambiar de una maldita vez y pensar en la vida bulliciosa como algo bello y no como un tormento. Lo daría todo.
Pero nunca sería suficiente.

miércoles, 28 de abril de 2010

Despotismo.

El despotismo del que hacemos gala los humanos no tiene par. Es tan fácil creerse con derecho a criticar y a ridiculizar al vecino que hemos olvidado la maldad que esto esconde. No encuentro otra palabra para definir este comportamiento. Es un comportamiento malo.
Los prejuicios que tenemos y que mostramos nos impiden apreciar a las personas por lo que son: personas.
Normalmente siempre que conocemos a algo o a alguien nuevo tenemos nuestras reservas: no confiamos demasiado en esa persona, no hablamos más de lo justo, etc. Estos comportamientos en si no son nada despreciables, pues es normal la desconfianza ante lo desconocido. Pero los prejuicios son distintos: ese tiene la piel oscura, por lo tanto seguro que no es buena persona; ese no habla nada, seguro que es un maniático, etc. Estos comportamientos en sí son verdaderamente repugnantes, pues no hay ningún motivo para que estas nuevas personas que vamos a conocer paguen por el daño que otras personas, no tan buenas, nos han hecho. Es decir: no porque estos nuevos conocidos tengan alguna de las características de otros, que nos hicieron daño en su momento y que se comportaron mal con nosotros, tienen por qué ser iguales o parecidos.
Pero volviendo al tema principal: hablábamos de despotismo. Bueno, los adolescentes de hoy en día, entre por suerte y por desgracia estoy incluido, tendemos a criticar a las primeras de cambio. Criticamos cuando el otro opina de manera diferente, cuando hace algo que no nos parece adecuando, etc. Nosotros intentamos llevar siempre la razón sin respetar la opinión ajena. Esto la mayoría de las veces nos induce a error. Yo opino que no aceptamos y ni siquiera comprendemos la opinión del vecino porque no escuchamos. Estamos tan empeñados en llevar la razón que la mayoría de las veces no escuchamos lo que nos dicen los demás. No es algo con lo que nacemos, claro está, por eso mismo es algo que tenemos que adquirir con el tiempo. Hemos de tener en cuenta que la sociedad hodierna no promueve estos comportamientos. Para mí esto último es solo un aliciente para escuchar y prestar atención a las opiniones de quienes me rodean.
El despotismo nace de esto, es precisamente el abuso de poder o fuerza en el trato con las demás personas. Este abuso nace de la intención que tenemos de llevar siempre la razón y, a raíz de esto, a criticar a los demás de una manera que nosotros creemos correcta. Los prejuicios no son que otro abuso, pues el pensar mal de otras personas antes de conocer como son en realidad acorta las posibilidades de que dichas personas sean tratadas por nosotros como personas(lo que son).
No me gustaría generalizar, mas no me queda más remedio que hacerlo pues no quiero parecer un hipócrita. Los jóvenes tendemos al despotismo. Precisamente es eso lo que nos diferencia de los niños (criaturas inocentes): los niños aceptan a todo aquel que se le acerque y le hable, por muchos defectos que tenga; hay quien dice que los niños son crueles... es cierto, pero son crueles en su inocencia, pues piensan que a las otras personas no le importa que les hablen de sus defectos (seguro que no saben ni siquiera lo que son estos). Todo esto para decir que los jóvenes comenzamos a formarnos unos patrones, unos conceptos, que luego mantenemos durante la edad adulta y que son muy difíciles de cambiar.
El despotismo humano, señores, otro defecto que tenemos y que debemos empeñarnos en eliminar.

viernes, 23 de abril de 2010

Astros.

Mira la bóveda celeste,

observa la noche estrellada,

olvida el mundo terrestre,

acércate, asómate a la balaustrada.

Impoluto firmamento cargado de diamantes

verás, está aquí para ti, esta noche

millones de destellos fulgurantes

ante tus ojos, que derroche.

Está tan claro, y nada importa,

estamos ciegos de egocentrismo

cerramos los ojos ante lo que denota

que estamos muy faltos de civismo.

Cierto solo tenemos un suceso:

la maldita muerte marchita miles de amores,

y solo sientes el ánimo espeso,

demasiado falto de dulces colores.

A través de las estrellas fluye

el pensamiento tan odiado y tan amado,

un día serás parte de una de ellas, huye

inténtalo, no podrás y quedará como deseo irrealizado.

Es la esencia que portamos:

polvo cósmico, partículas recuperadas

de los ancestros astrales estamos

Formados, de oscuridades apagadas.

Y en la noche siempre eterna

disfrutaremos de un funeral,

que entre llantos y sollozos alterna

Una melodía ancestral.

Pero de momento observa

los destellos azulado,

que de infinitas almas conserva

estos deseos irrealizados.

Con una metódica métrica emocional

intenta expresar la turbación

que produce el ser presa de un silencio sepulcral

en lo más profundo de la pasión.

Pero catar la empalagosa calma de la noche

constituye la máxima aspiración de la razón,

así que contempla las sombras sin reproche

y deja que penetren en tu humano corazón.

lunes, 5 de abril de 2010

Hielo

Si tenía frío no lo demostraba.
Aunque los finos copos de nieve formaban una alfombra de hielo que cubría cada brizna de hierba el sol lucía con todo su esplendor, resplandeciente como nunca y tan lejano como siempre.
La claridad era abrumadora, un luminoso día.
Los árboles goteaban, los copos de nieve no habían llegado a cuajar y se fundían.
El calor del sol primaveral y la nieve invernal compartían el escenario aun sabiendo que el tiempo de la ultima se acababa ya, el blanco estaba fuera de lugar.
Era raro ver como a pesar de todo los elementos convivían con una armonía escandalosa, totalmente perfecta y natural, era él quien estaba fuera de lugar.
Las nubes acariciaban al sol con largos tentáculos grises, el sol las repelía con cortesía, como si fueran amantes indeseados, despechados.
Un baile digno de ver, un desfile de elementos caóticos que conviven armonicamente. Un espectáculo dulce con el que sueñan los poetas. El idílico paraíso sobre el que todos escriben.
Él era el espectador, estaba allí por casualidad. Estaba allí porque así quería, contemplaba el paisaje, absorto en sus pensamientos, mirando sin ver, recluido en su interior, donde la nieve se fundía con la proximidad de la sangre escarlata.
Un espectador pasivo, frío como el hielo, azulado, claro y pálido, congelado.
Y sus ojos miraban el infinito vacío blanco, como sus pupilas vacías, muertas, más blancas que la nieve, ausentes.
Mientras, en su interior, dormitaba bajo las mantas color carmesí, y los recuerdos se fundían con las aspiraciones bajo el níveo manto de la tranquilidad.
Y los elementos continuaban su disputa, ajenos al dolor y a la muerte, con armoniosa sencillez.
El corazón ya no late, ahora es uno de ellos.
Ajenos al dolor y a la muerte.