El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

lunes, 5 de abril de 2010

Hielo

Si tenía frío no lo demostraba.
Aunque los finos copos de nieve formaban una alfombra de hielo que cubría cada brizna de hierba el sol lucía con todo su esplendor, resplandeciente como nunca y tan lejano como siempre.
La claridad era abrumadora, un luminoso día.
Los árboles goteaban, los copos de nieve no habían llegado a cuajar y se fundían.
El calor del sol primaveral y la nieve invernal compartían el escenario aun sabiendo que el tiempo de la ultima se acababa ya, el blanco estaba fuera de lugar.
Era raro ver como a pesar de todo los elementos convivían con una armonía escandalosa, totalmente perfecta y natural, era él quien estaba fuera de lugar.
Las nubes acariciaban al sol con largos tentáculos grises, el sol las repelía con cortesía, como si fueran amantes indeseados, despechados.
Un baile digno de ver, un desfile de elementos caóticos que conviven armonicamente. Un espectáculo dulce con el que sueñan los poetas. El idílico paraíso sobre el que todos escriben.
Él era el espectador, estaba allí por casualidad. Estaba allí porque así quería, contemplaba el paisaje, absorto en sus pensamientos, mirando sin ver, recluido en su interior, donde la nieve se fundía con la proximidad de la sangre escarlata.
Un espectador pasivo, frío como el hielo, azulado, claro y pálido, congelado.
Y sus ojos miraban el infinito vacío blanco, como sus pupilas vacías, muertas, más blancas que la nieve, ausentes.
Mientras, en su interior, dormitaba bajo las mantas color carmesí, y los recuerdos se fundían con las aspiraciones bajo el níveo manto de la tranquilidad.
Y los elementos continuaban su disputa, ajenos al dolor y a la muerte, con armoniosa sencillez.
El corazón ya no late, ahora es uno de ellos.
Ajenos al dolor y a la muerte.

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