El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

miércoles, 28 de abril de 2010

Despotismo.

El despotismo del que hacemos gala los humanos no tiene par. Es tan fácil creerse con derecho a criticar y a ridiculizar al vecino que hemos olvidado la maldad que esto esconde. No encuentro otra palabra para definir este comportamiento. Es un comportamiento malo.
Los prejuicios que tenemos y que mostramos nos impiden apreciar a las personas por lo que son: personas.
Normalmente siempre que conocemos a algo o a alguien nuevo tenemos nuestras reservas: no confiamos demasiado en esa persona, no hablamos más de lo justo, etc. Estos comportamientos en si no son nada despreciables, pues es normal la desconfianza ante lo desconocido. Pero los prejuicios son distintos: ese tiene la piel oscura, por lo tanto seguro que no es buena persona; ese no habla nada, seguro que es un maniático, etc. Estos comportamientos en sí son verdaderamente repugnantes, pues no hay ningún motivo para que estas nuevas personas que vamos a conocer paguen por el daño que otras personas, no tan buenas, nos han hecho. Es decir: no porque estos nuevos conocidos tengan alguna de las características de otros, que nos hicieron daño en su momento y que se comportaron mal con nosotros, tienen por qué ser iguales o parecidos.
Pero volviendo al tema principal: hablábamos de despotismo. Bueno, los adolescentes de hoy en día, entre por suerte y por desgracia estoy incluido, tendemos a criticar a las primeras de cambio. Criticamos cuando el otro opina de manera diferente, cuando hace algo que no nos parece adecuando, etc. Nosotros intentamos llevar siempre la razón sin respetar la opinión ajena. Esto la mayoría de las veces nos induce a error. Yo opino que no aceptamos y ni siquiera comprendemos la opinión del vecino porque no escuchamos. Estamos tan empeñados en llevar la razón que la mayoría de las veces no escuchamos lo que nos dicen los demás. No es algo con lo que nacemos, claro está, por eso mismo es algo que tenemos que adquirir con el tiempo. Hemos de tener en cuenta que la sociedad hodierna no promueve estos comportamientos. Para mí esto último es solo un aliciente para escuchar y prestar atención a las opiniones de quienes me rodean.
El despotismo nace de esto, es precisamente el abuso de poder o fuerza en el trato con las demás personas. Este abuso nace de la intención que tenemos de llevar siempre la razón y, a raíz de esto, a criticar a los demás de una manera que nosotros creemos correcta. Los prejuicios no son que otro abuso, pues el pensar mal de otras personas antes de conocer como son en realidad acorta las posibilidades de que dichas personas sean tratadas por nosotros como personas(lo que son).
No me gustaría generalizar, mas no me queda más remedio que hacerlo pues no quiero parecer un hipócrita. Los jóvenes tendemos al despotismo. Precisamente es eso lo que nos diferencia de los niños (criaturas inocentes): los niños aceptan a todo aquel que se le acerque y le hable, por muchos defectos que tenga; hay quien dice que los niños son crueles... es cierto, pero son crueles en su inocencia, pues piensan que a las otras personas no le importa que les hablen de sus defectos (seguro que no saben ni siquiera lo que son estos). Todo esto para decir que los jóvenes comenzamos a formarnos unos patrones, unos conceptos, que luego mantenemos durante la edad adulta y que son muy difíciles de cambiar.
El despotismo humano, señores, otro defecto que tenemos y que debemos empeñarnos en eliminar.

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