El deseo implícito de una mente desquiciada.

Per me si va ne la citta’ dolente,
Per me si va ne l’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta gente.

Giustizia mosse il mio alto fattore:
Fecemi la divina potestate,
La somma sapienza e ‘l primo amore.

Dinanzi a me non fur cose create
Se non eterne, e io eterna duro.
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Despertar tardío.

Los días se suceden automáticos, no aportan nada nuevo al alma dormida de un niño hipnotizado por el paso de los segundos. Cada instante se pierde en el vacío de la memoria desestructurada, donde la jerarquía de sueños se ha deteriorado hasta quedar en ruinas y reina la corrupción, señora del olvido.

Los objetos pierden luminosidad, la visión de los ojos tristes se empaña, la pereza invade los miembros y todos los pecados se cometen sin remordimientos. La mente, cautiva en sus propios aposentos se apoya en el alfeizar de la ventana y observa. El cuerpo es esclavo de las pasiones que mueven los actos de los hombres, la mente, esclava de la voluntad caprichosa de su propio cuerpo.

Cómo un autómata el niño cumple sus ínfimas aspiraciones, se rebaja al plano material, desterrando de sus pensamientos la idea de una realización espiritual y personal. Se sumerge con gusto en la vorágine vulgar de la vida de la masa buscando lo que le falta. No se da cuenta de que lo único que necesita se encuentra en su cabeza, presa de su propia naturaleza animal.

El raciocinio se esconde por miedo a desempeñar su papel, por miedo a descubrir algo perjudicial para la integridad física y moral del individuo. Huye de su deber y de su único propósito y el niño, ya adulto, le facilita la huida. La mente en su triste desdicha espera el regreso de su amante más preciado, aquel capaz de llevar a cabo la restauración de imperial poder. Pero ésta abandona a la masa poco a poco, niño tras niño, persona tras persona. La mente acaba perdiendo su espíritu de reina indiscutible y queda relegada a un segundo plano, adquiere el espíritu del esclavo.

Pero el cuerpo se agota, sus recursos van menguando, la edad comienza a demoler las estructuras celulares, los ojos se cansan, ya no brillan como de niño, los músculos pierden volumen y fuerza, los huesos se debilitan lentamente, el pelo pierde el lustro de antaño. La mente se retira de la ventana, prefiere no contemplar con impotencia la autodestrucción del aquel que la ha esclavizado, aún necesita desesperadamente al cuerpo ya que la mantiene con vida, incapaz de asesinar la única luz que ilumina, tenue, el camino que debería seguir pero que no sigue. Se tumba en su lecho, esperando lo inevitable y gradualmente se traslada al plano onírico, dejando atrás el estado de vigilia, agotada por el esfuerzo de seguir existiendo.

El individuo acaba por acusar el deterioro físico debido a la vejez. La vida ha pasado demasiado rápido, ahora todo es evidente, la muerte está más cercana que nunca y acaricia con su mano las almas de aquellos que se encuentran cercanos a la tumba. La mente yace en coma y el individuo ya no es anciano y sabio, sino viejo y olvidadizo.

Ya más vale que la muerte te acoja en su seno y dejes libre a la mente con que la caprichosa suerte te obsequió. Libérala, no eres quién para mantener cautiva a la evolución.

Despierta.

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